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Hacer memoria, recordar




Quien me ama 
guardará mi palabra, 
y mi Padre lo amará, 
y vendremos a él 
y haremos morada en él. 
(Jn 14, 23-29)

No es un adiós, sino un “hasta luego”.
Cristo nos deja la fuerza vivificadora del Espíritu para que siempre sintamos su cercanía y recordemos su Palabra

"El que me ama..." 
Nadie podrá encerrar en formulas la originalidad de nuestra fe. 
La fe no es una práctica, un comportamiento o una doctrina.
"El que me ama..." 
No nos engañemos, nadie conoce a Dios si no experimenta, seducido y asombrado, el sofoco del enamoramiento.
Todo es cuestión de amor.
"El que me ama, mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos nuestra morada en él". 
Dios ha elegido, para siempre, vivir en el corazón que ama. 
¡Ahí es donde hay que buscar y encontrar a Dios!
La alegría de su ida se convierte en gozo pleno pues la llegada del Espíritu Santo nos irá recordando todo lo que Él nos ha dicho.

En cada Eucaristía, Jesucristo viene a nuestro encuentro y nos ofrece con su Presencia los dones de la Pascua: su Espíritu, su Paz, su Amor, su Perdón, su Alegría...



Que el Espíritu Santo me recuerde y renueve en mí el sentido de la Palabra…
Que desde la Palabra movida por el Espíritu me abandone en tus manos, Padre,
para así, descubrir la paz que tú propones, esa paz diferente, firme, comprometida, generosa…
Señor, que viviendo Tú en mí, sienta sin reservas la valentía de mi corazón, la fuerza de mi espíritu, para hacer y ser cristiano coherente para los demás, lejos de acobardarme, de esconderme, o acomodarme entre los ruidos, las quejas, el bienestar, el egoísmo…
Y que si tiemblo, Padre, sea al descubrir que me amas como nadie y me conoces como soy, porque en TU AMOR se cumple tu palabra y se concreta tu paz.




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