Comeré tu pan
“El que come este pan
vivirá para siempre”
(Jn 6,52-59)
Dios siempre ha soñado con prepararnos un banquete.
Y los hombres y mujeres que más se han parecido a Dios
han soñado también con un banquete con plato y mantel para todos.
Jesús también preparó un banquete para todos los pueblos.
Pero la comida la puso él.
Era su vida entregada, su cuerpo y su sangre, lo que
estaba sobre la mesa. En la eucaristía de Jesús había mucho amor por medio.
Participa hoy en la eucaristía.
Contempla la entrega apasionada de Dios.
Comeré tu pan, Señor, para vivir, viviré para repartir
mi pan.
"Este es el
pan que ha bajado del cielo".
Danos siempre de tu pan, Señor.
El pan que mejor sabe es el que se da con amor.
Todo lo que nace del amor y se da con amor permanece en
el tiempo.
El Pan que Cristo nos ofrece es la fuente de la verdadera
alegría, la que nace de la experiencia de comunión e intimidad con Él y con el
Padre; una fuerza que actúa en nuestra debilidad y que nos permite salir de
nosotros mismos al encuentro del otro.
Dios está deseando dar vida, la ofrece con generosidad y
sobreabundancia…, y ¡tantas veces las rechazamos!
Dejamos que la vida de nuestra alma se vaya degenerando,
abrazándose a la muerte, como si fuera un destino inevitable.
Acércate a la Eucaristía, a la adoración Eucarística.
Pasa horas frente al Sagrario y verás como el perseguidor
se convierte en Apóstol, cómo se van cubriendo esos huesos secos de tendones,
de carne y al final se insufla vida.
No hay horas perdidas frente al sagrario.
He visto cambiar una vida.
He visto cambiar una vida.
También tu vida puede cambiar y, ten por seguro, que
será a mejor.
Mira hoy a la Virgen madre, reza una oración por los
enfermos, y comencemos a dar vida.
Y un rezo también por los sacerdotes en este día de San
Juan de Ávila también se agradece.
LA FIESTA ERES TU,
SEÑOR
Cada domingo, con
la Eucaristía,
nos unimos en un
mismo sentir,
en una misma
esperanza.
Brota la alegría de
creer
la esperanza del
más allá.
Nuestra fiesta, la
auténtica fiesta,
eres Tú, Señor.
Cada domingo, la
mesa del altar,
se agranda de tal
manera
que, nadie puede
quedar sin pan;
sin el pan de la
fraternidad
sin el pan de tu
Palabra
sin el pan de tu
presencia
¿Qué tiene tu pan,
Señor?
Tiene el sabor de
la eternidad
El brillo del cielo
El amor de Dios
La fuerza del
Espíritu
¿Qué tiene tu pan,
Señor?
Tiene el gozo de la
vida cristiana
Es fiesta
adelantada del cielo
Es pregón de lo que
un día nos espera
Sí, Señor; ¡Eres
fiesta, eterna fiesta!
Aquí, en esta mesa
del altar,
aperitivo, un
adelanto
de lo que estamos
llamados a gustar
de una forma
definitiva y eterna
junto a Ti, junto a
Dios, en el Espíritu
con María, la
Virgen, allá en el cielo.
Eres fiesta, cada
domingo Señor,
eres fiesta que
pone en vilo nuestras almas.
Amén
Señor, gracias por ser nuestro pan,
porque te dejas comer por nosotros,
porque nos ofreces tu vida entera
para que vivamos por tu Amor,
como Tú vives del Amor del Padre.
Danos, cada día, sabiduría y humildad,
para no vivir de mí y de mi vanidad;
de mis deseos de poder y de poseer,
de la satisfacción de mis caprichos;
para vivir de Ti y de tu Amor;
Que cada día, Señor, sepa acoger,
como un mendigo que se sabe afortunado,
tu Luz, que me ayuda a ver la verdad y la mentira,
tu Fuerza, que me sostiene,
tu Palabra, que me recuerda quién soy y para qué he nacido,
tu Mano, que me defiende,
tu Sabiduría, que me conduce a la Vida,
tu Mirada, que me da la Paz que a veces no tengo,
tu Eucaristía, tu pan y tu vino,
que alimenta mi hambre de amor y de alegría.
de entregar mi tiempo y mi vida entera,
como Tú y siempre contigo.
Amén.
porque te dejas comer por nosotros,
porque nos ofreces tu vida entera
para que vivamos por tu Amor,
como Tú vives del Amor del Padre.
Danos, cada día, sabiduría y humildad,
para no vivir de mí y de mi vanidad;
de mis deseos de poder y de poseer,
de la satisfacción de mis caprichos;
para vivir de Ti y de tu Amor;
Que cada día, Señor, sepa acoger,
como un mendigo que se sabe afortunado,
tu Luz, que me ayuda a ver la verdad y la mentira,
tu Fuerza, que me sostiene,
tu Palabra, que me recuerda quién soy y para qué he nacido,
tu Mano, que me defiende,
tu Sabiduría, que me conduce a la Vida,
tu Mirada, que me da la Paz que a veces no tengo,
tu Eucaristía, tu pan y tu vino,
que alimenta mi hambre de amor y de alegría.
de entregar mi tiempo y mi vida entera,
como Tú y siempre contigo.
Amén.
Javier leoz
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