El pan del Reino
"Todo el que escucha lo que dice el Padre y
aprende, viene a mí"
(Jn 6, 44-51)
La vida
cristiana es la respuesta al amor del Padre, que nos envía, para salvarnos, a
su propio Hijo -Jesucristo- que nos entrega su Cuerpo y su Palabra, para que
tengamos Vida eterna en nosotros, para que podamos amar con el amor con el que
Él nos ama.
"Nadie puede venir a mí, si no lo atrae
el Padre que me ha enviado". Muéveme, mi Dios, hacia ti desde lo profundo.
Que no me muevan los
hilos de este mundo:
No podemos
llegar a Dios si Jesús no nos atrae a Él.
Busquemos el
verdadero Pan del cielo.
El pan del
Reino.
Un Reino donde
todos sean admitidos
¡No abandonemos
la tarea!
Jesús está entre
nosotros cada día en la Eucaristía, haciendo nuevo su sacrificio y su promesa.
El que nos nutre
con pan viene a nuestro encuentro en cada ser humano, especialmente en el
pequeño e indefenso...
Señor, quiero
comer de tu pan para vivir para siempre.
El pan del amor,
del perdón, de la caridad, para con aquel perseguido y el más cercano y quien
más lo necesite
Madre de la
Encarnación, primera Eucaristía, danos de tu fe para acercarnos, alimentarnos y
adorar al que llevas en tu Purísimo Seno, 'el pan vivo que ha bajado del
cielo', y así resucitar nuestra vida día a día.
María quiere que
comulguemos asiduamente porque es Madre y se preocupa de que nuestras almas se
alimenten bien y crezcan en Amor.
Lo mismo que
Dios para hacerse hombre quiso contar con la Virgen María, quiso contar con su
Madre para ofrecernos el don de la Eucaristía.
Ella, como Madre
solícita nos atrae irresistiblemente hacia la Eucaristía.
Ella nos pide
que vivamos centrados en la Eucaristía porque la mejor manera de penetrar los
sentimientos del Corazón de Cristo en la Eucaristía, es vivir en comunión con
los sentimientos del Corazón de María.
Gracias, Señor Jesús, por ser quien eres:
Pan dado, vida ofrecida.
Desde entonces estás ahí para escuchar y consolar,
para llevar a todos el mensaje de la alegría.
Ofreciste toda tu vida entera
en este Pan con sabor a esperanza,
Pan dado, vida ofrecida.
Desde entonces estás ahí para escuchar y consolar,
para llevar a todos el mensaje de la alegría.
Ofreciste toda tu vida entera
en este Pan con sabor a esperanza,
con aroma de ternura.
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