Corrige, sana y libera



«Jamás ha hablado nadie como ese hombre» 
(Jn 7, 40-53)

"No tengáis miedo. Tened fe. Paz a vosotros en medio de las tormentas de la vida. Paz en el centro de las tormentas de cada corazón. En la tempestad, permanece abrazado al madero de la Cruz que nos salva. Bendito sea el Señor que nos abre a un horizonte de esperanza". (Francisco)
«Jamás ha hablado nadie como ese hombre» Llama a Dios Padre, perdona, nos llama dichosos, nos llena de dignidad al decirnos 'levántate', quiere hospedarse en nuestra casa, habla de banquete para explica el encuentro con Él...

Hay palabras que nos dicen quienes somos. Que nos revelan nuestros sueños más profundos. Que nos abren caminos de imposible. Que nos adentran en una luz profunda de esperanza, de encuentro, de vida.

¿Me dejo transformar por la Palabra de Dios, que corrige, sana y libera, o también la utilizo para justificar mis propias ideologías, mis manías o mis caprichos y, en definitiva, mi incapacidad de amar y ser amado?

Hay personas que sólo aceptan lo nuevo si están de acuerdo con sus ideas que pertenecen al pasado. ¿Y tú?

Gracias por tu amor y por salvarme con tu sufrimiento. Enséñame, Señor, a ser un buen cristiano y a ser un testigo de tu mensaje de amor a los hombres de mi entorno.


¡Feliz de ti!

Si tienes un corazón limpio,
libre de maldades y malicias,   
libre de dobleces y falsedades,
libre de orgullo y autosuficiencia,
libre de odios y rencores.
Feliz de ti
si tienes un corazón limpio,
libre de cegueras y caprichos,
de egoísmos y resentimientos,
abierto a la verdad y el amor,
para buscarlos apasionadamente
a lo largo del camino de la vida.
Feliz de ti
si tienes un corazón limpio,
que te permita ver a Dios
en el rostro de tus hermanos.

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