¡TOCARLE!
“La lepra se le
quitó, y quedó limpio”
(Mc 1, 40-45).
Señor Jesús, al
hacerte humano tocas, abrazas y besas la pobreza de nuestra naturaleza, la
debilidad de nuestra carne y de nuestro corazón. Gracias, Jesús, por tocarme,
abrazarme y besarme.
En el contacto entre tu mano y la mano del leproso quedó derribada toda barrera entre Dios y la impureza humana, y nos mostraste que tu amor es más fuerte que cualquier mal, incluso más que el más contagioso y horrible. Gracias, Jesús, porque estás siempre de mi parte.
Tú nos muestras, Jesús, que la voluntad de Dios Padre es curarnos, purificarnos del mal que nos desfigura y arruina nuestras relaciones, para que vivamos felices, como buenos hijos de Dios Padre, como hermanos de todas las personas. Gracias, Jesús, por curarme, por purificarme, por perdonarme.
Jesús, tomaste sobre ti nuestras enfermedades, te convertiste en «leproso», para que nosotros fuéramos purificados. Gracias por asumir el dolor y la muerte para darnos la salud.
Señor, que tengamos el corazón siempre abierto, para dejarnos tocar y curar por ti, para abrazar y sanar a cuantos nos necesiten.
Oración inspirada en la audiencia de Benedicto XVI, del 12 de febrero de 2012
En el contacto entre tu mano y la mano del leproso quedó derribada toda barrera entre Dios y la impureza humana, y nos mostraste que tu amor es más fuerte que cualquier mal, incluso más que el más contagioso y horrible. Gracias, Jesús, porque estás siempre de mi parte.
Tú nos muestras, Jesús, que la voluntad de Dios Padre es curarnos, purificarnos del mal que nos desfigura y arruina nuestras relaciones, para que vivamos felices, como buenos hijos de Dios Padre, como hermanos de todas las personas. Gracias, Jesús, por curarme, por purificarme, por perdonarme.
Jesús, tomaste sobre ti nuestras enfermedades, te convertiste en «leproso», para que nosotros fuéramos purificados. Gracias por asumir el dolor y la muerte para darnos la salud.
Señor, que tengamos el corazón siempre abierto, para dejarnos tocar y curar por ti, para abrazar y sanar a cuantos nos necesiten.
Oración inspirada en la audiencia de Benedicto XVI, del 12 de febrero de 2012
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