¡Qué atrevido es Jesús!



“No he venido a llamar a justos, 
sino a pecadores"   
(Mc 2,13-17).  

Jesús de Nazaret sale, mira, se encuentra, se sienta a compartir la comida con los alejados, los descreídos, los de mala fama.
Jesús  miró a Leví y éste encontró la alegría en el servicio.
“Con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios”.
Jesús nos invita a seguirlo.
Nos invita a ir lentamente superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio de los demás e incluso de nosotros mismos. 

Saboreo silenciosamente el encuentro contigo, mi Dios.
Descubro tus señales en todo y en todos.
Me  dejo sorprender por tu bondad.
Quiero aprender a compartir los dones son para todos.

Señor Jesús, Tú me llamas
por el nombre,
de manera concreta,
por pura gracia.
Que yo te pueda responder
desde lo que tú vas generando en mi.
Gracias por tu confianza.
Tu confianza me construye. 

- Señor, que sepa encontrarte en mi camino.

Señor, tú miraste con amor a Mateo y le llamaste.
Era un recaudador, un pecador, un indeseable...
pero su corazón buscaba una vida más auténtica
y te siguió con decisión, cuando pronunciaste su nombre.

Señor, también a mí me miras con amor y me llamas.
Reconozco que no lo merezco, que soy poca cosa,
Sé que sólo tú puedes darme la felicidad que deseo.
Por eso, quiero seguirte siempre y del todo.

Señor, ayúdame a mirar con amor al que se siente sólo,
al que no cuenta, al que cree que no sirve para nada.
Ayúdame a despertar el deseo de felicidad de cada persona
y a mostrarles que Tú eres la fuente de la Vida.
Amén


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