Mensajeros de la alegría y la esperanza.
“Un hombre echa semilla y duerme,
y la semilla va
creciendo sin que él sepa cómo” (Mc 4,
26-34).
Celebramos la fiesta de los santos Timoteo y Tito,
colaboradores de San Pablo y continuadores de su obra evangelizadora.
Un día sintieron la llamada de Jesús, que quería confiarles
una misión.
Reaviva en ti el don de Dios.
Actívalo cada mañana y ponlo al servicio de los demás.
El mundo necesita mensajeros de la alegría y la esperanza.
Todo mensajero prepara caminos, abre brechas al Misterio.
Todo mensajero anuncia que Dios está cerca.
Todo mensajero proclama que el amor de Dios está a la
puerta, buscando quien lo acoja.
El amor de Dios no nos encierra en nosotros mismos, nos
ensancha la interioridad y nos pone en camino hacia los otros.
Para que, en el nombre del Señor, la humanidad se llene de
vida nueva.
Jesús nos envía a ser mensajeros del evangelio, pero hace
balance de nuestros logros.
La Palabra nunca vuelve baldía; da fruto donde menos
esperamos.
Nuestra misión es anunciar y acoger a cuantos se posen en
nuestras ramas, sea cual sea su pensamiento o su manera de vivir.
Se esperan de nosotros paz y sosiego.
Que nuestra vida sea una parábola de la cercanía del Reino.
- Señor, aumenta mi fe.
Lo sé.
Solo el amor de Dios es capaz de hermanar a los hombres
de toda raza y cultura y reflejarlo en mi vida.
Quiero vivirlo hoy con la ayuda de tu gracia.
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