Nuestro Padre es el Dios del "Padre nuestro·"
“Vosotros rezad así: Padre nuestro…
perdona nuestras
ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden” (Mt 6,9.12)
Jesús no se guarda nada para sí.
Todo lo da.
Su mayor tesoro, la presencia del Padre,
la
pone en nuestras manos.
¡Todos, hijos y
hermanos!
¡Sin desigualdades ni muros
entre los pueblos!
Ponte ante tu Padre
con confianza.
Saber que Él te ama, te
basta.
Cuando dices “Padre nuestro”,
“pan nuestro”,
comunicas la mejor
noticia a los pobres de la tierra.
“En comenzando, nos henchís las manos…
¡Oh Hijo de Dios y Señor mío!
¿Cómo dais tanto junto a la primera
palabra?” (Santa Teresa).
El Padrenuestro que rezamos diariamente
debe ser como la
lluvia suave y continua
que empapa y fecunda nuestro corazón
y hace germinar en
él actitudes filiales
en relación a Dios y fraternas para con todos.
Entre estas actitudes se subraya
la capacidad de perdonar,
que se pone como condición
para poder ser perdonados por el Padre celestial.
Quizá Jesús nos está diciendo
que sólo somos capaces de recibir de Dios
lo que
estamos dispuestos a ofrecer a los demás.
No podemos orar enemistados.
La oración requiere perdón.
No esperemos que el Padre escuche a hijos
La oración requiere perdón.
No esperemos que el Padre escuche a hijos
que no se aman ni perdonan.
“El perdón es el instrumento puesto
en
nuestras frágiles manos
para alcanzar la serenidad del corazón” (MV 9).
Jesús abre su secreto interior
para ofrecer sus tesoros a
los que ama.
El silencio asombrado
en que nos sumerge esta oración,
también es
regalo de Jesús.
Señor: Concédenos sentir la paternidad del Padre.
Señor: Concédenos sentirnos como hijos.
Señor: Concédenos sentirnos como hermanos.
Señor: Danos la gracia de perdonar y ser perdonados.
Señor: Danos gracia de ser la comunidad
Señor: Concédenos sentirnos como hijos.
Señor: Concédenos sentirnos como hermanos.
Señor: Danos la gracia de perdonar y ser perdonados.
Señor: Danos gracia de ser la comunidad
que tú esperas de nosotros.
- Que la Palabra que escuchamos cada día
y la oración que
tenemos siempre
en los labios y en el corazón
sean fuerzas transformadoras de
nuestra vida.
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