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Todos los bienes nos vienen de Jesús.



“Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo: Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación… Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres…Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación… Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lucas 1,67-79).   

Zacarías  ofreció  su vida 
al servicio del proyecto de la Misericordia de Dios 
sobre la humanidad.
Todos pudieron ver su rostro iluminado 
por la confianza en el Señor, 
su corazón pacificado y artesano de paz, 
su gozo convertido  en capacidad de nombrar 
y llamar y relacionarse de un nuevo modo con todos.  
“El misterio de la misericordia.
Es fuente de alegría, de serenidad y de paz”.
Sólo las sombras gritan la alegría de la luz.
La liberación rompe los muros de la esclavitud. 
Se escuchan cantos nuevos en toda la tierra.  
Abre de par en par tu corazón 
y recibe al Niño Dios que viene.
“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre”.
Siempre que me visitas, Señor, 
se me llena de alegría el corazón.  
 “Nos visitará el sol que nace de lo alto” (Lc 1,78)            
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, 
la tiniebla es visitada por la luz, 
las heridas son curadas por la misericordia, 
los pecados son perdonados.
 Aquí se asienta la firme certeza 
de que somos amados por Dios.
Todos los bienes nos vienen de Jesús.

 ¡Ven, Señor, Jesús, 
misericordia nuestra,   
paz para todos!

Como José y María,
también yo te llamo Jesús
y te adoro con ternura.
Bendito seas Señor.
Siempre estás conmigo.
Eres el Emmanuel. 
Canto para ti, mi Señor.
Todo mi ser se abre a la mirada de tu amor.
Jesús, siempre que me visitas,
se me llena de alegría el corazón. 
Me ofreces la oportunidad
de mirar con ojos nuevos cómo la vida surge
Me abres un presente de relaciones nuevas
Me llamas a descubrir y ofrecer vida.
¡Juntos andemos, Señor!.

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