Quiero decirte «sí»
La vida es hambre o festín. Tú eliges. María eligió festín, reconocer que es llena de gracia. Celebrar cada día el banquete del Reino. Magníficat. Vivir reconociendo las grandes obras que Dios hace en la pequeñez de su sierva. Eso es fuente de alegría. La alternativa es vivir en la carencia, en el reproche, en la exigencia, en el victimismo. Convertir la vida en una sucesión de desgracias e injusticias, en las que todos son culpables de nuestras desgracias.
María una joven de Nazaret, recibe una noticia inesperada. Su reacción inicial es de turbación, una respuesta humana ante lo desconocido. La actitud de María nos enseña a acoger con fe y confianza esos momentos, sabiendo que, aunque no entendamos todo, hay un plan divino en acción.
Aquella joven nazarena manifiesta su total disponibilidad a los planes de Dios. Con su "sí" a la voluntad de Dios abre la puerta a la salvación de la humanidad. Que grandeza de Amor la de un Dios que hace depender su grandioso proyecto de salvación del "sí" de una joven.
María nos enseña a vivir el Adviento desde la sencillez, el asombro y la gratitud. Desde el silencio y la adoración al niño que lleva en su seno
Las promesas de Dios se cumplen, y a menudo de forma sorprendente. Dios se sirve de lo pequeño, de lo que es insignificante para la mayoría del mundo y obra maravillas con ello. En este contexto el "sí" de María abre las puertas a la salvación que cada persona espera y anhela. Su "sí" es un ejemplo de cómo, también a través nuestro, Dios puede seguir salvando
Dos letras que abrieron el cielo: SÍ. Caminamos confiados, porque María, Madre y guía, nos toma de la mano hacia su Hijo
María es mujer de esperanza. Espera un hijo, tiene la esperanza de ser una gran madre. Ha recibido una promesa de Dios, la esperanza se fundamenta en la fidelidad de Dios. Sabe que es complicado, su esperanza está cimentada en que 'para Dios nada hay imposible'. María es mujer de esperanza, elegida por Él para ser Madre de su Hijo. Si Dios está con ella, nada ni nadie puede estar contra ella, en esto se basa su esperanza cierta.
La humildad abre las puertas del corazón de Dios.
En ella María acogió al Salvador, y en esa misma humildad el Señor quiere encontrarnos hoy a nosotros.
Que podamos reconocer nuestra pequeñez sin miedo, porque es allí donde Dios hace maravillas.
No es fácil tu Hágase, niña.
Porque, si a mí me preguntasen,
más bien me inclinaría
por el Hágase de los poetas,
cargado de buenas intenciones,
genérico, impersonal,
convertido en estribillo
convincente y volátil
O me aferraría
al Hágase de los indecisos,
antesala de un pero,
de un mirándolo bien,
y al fin de un no se haga.
O me perdería
en el de los descomplicados,
que diciendo Hágase
dicen que otros lo hagan:
el gobierno, las iglesias,
los ricos, los profesionales,
los motivados, los convencidos
o los que tienen tiempo.
Pero tu Hágase, niña,
desenmascara los verbos incompletos.
“Hágase en mí”, dices,
tan sencilla y tan sincera.
Y se hace.
Tu compromiso se me vuelve pregunta.
¿Qué ha de hacerse en mí hoy?
J M Rodríguez Olaizola




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