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«He visto al Señor»

 

“Jesús le dice: Mujer, ¿por qué lloras? 
¿a quién buscas? ...
Jesús le dice: ¡María! ¡Maestro!” 
 (Jn 20,11-18)

 

“María Magdalena llora, lo ve, pero no lo reconoce, se da cuenta de que es Jesús sólo cuando Él la llama por su nombre; los discípulos de Emaús, deprimidos y con sentimientos de derrota, llegan al encuentro con Jesús dejándose acompañar por el misterioso viandante. ¡Cada uno por caminos diferentes! Buscaban entre los muertos al que está vivo, y fue el mismo Señor el que corrigió el rumbo. Y yo, ¿qué hago? ¿Qué camino sigo para encontrar al Cristo vivo? Él estará siempre cerca de nosotros para corregir el rumbo si nosotros nos hemos equivocado.
“¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?” Esta pregunta nos hace superar la tentación de mirar hacia atrás, a lo que fue ayer, y nos empuja a avanzar hacia el futuro. Jesús no está en la tumba, él es el Resucitado, el Viviente, el que siempre renueva su cuerpo que es la Iglesia y lo hace andar atrayéndolo hacia Él. “Ayer” es la tumba de Jesús y la tumba de la Iglesia, el sepulcro de la verdad y la justicia; “hoy” es la resurrección perenne a la que nos impulsa el Espíritu Santo, que nos da plena libertad.»
(Papa Francisco)


"¿Por qué lloras?" En ocasiones necesitamos llorar, descargar y vaciarnos. Sólo un abrazo de un ser querido puede calmar ese dolor. Como el abrazo de Jesús, que se hace el encontradizo en tu vida. Déjate amar por Él.

María, fuera del sepulcro, llora. Su llanto por la pérdida, por la ausencia, la tiene atrapada. Ella quiere recuperar un cadáver. Sólo cuando escucha su nombre, “¡María!”, reconocerá al Dios de la Vida, a su “¡Rabbuni!”, y será apóstol (ἀπόστολος=enviado).

 Las lágrimas de la Magdalena son las lágrimas de toda la humanidad alejada de Jesús. Expresan soledad, orfandad, desamparo. La Pascua es el consuelo, el enjugar una a una todas las lágrimas de las personas. Es la cercanía de Dios lo que restaura y ofrece una alegría sin fin.

Pascua es tiempo de buscar la fuerza de la gracia de Jesús Resucitado, y anunciar que Jesucristo vive y nos espera en el Sagrario.

"Él pronuncia nuestro nombre como nadie más podría pronunciarlo, pues nadie puede amarnos como él nos ama. Él se nos revela más dentro de nosotros que nuestro nombre. Y nosotros nos abrazamos a Él y lo adoramos".

«He visto al Señor» María Magdalena da testimonio después de un encuentro. Lo descubre cuando Él la llama por su nombre. Es un encuentro personal en el que Él lleva la iniciativa, se presenta ante ella, ante ti y ante mi, y nos llama por nuestro nombre.

El rostro luminoso de una mujer comunica que ha visto al Señor. 

Su espera amorosa y confiada terminó en el encuentro con el que amaba su alma.

Una mujer se convierte en mediadora de encuentro con Jesús para otros.

Una mujer habla abriendo caminos nuevos de libertad.

Contempla los rostros de los que te rodean.

¿De qué te hablan?   

¡El Señor ha resucitado! No nos detengamos en torno a los sepulcros, sino vayamos a redescubrirlo a Él, el Viviente. Y no tengamos miedo de buscarlo en el rostro de los hermanos, en la historia del que espera y del que sueña, en el dolor del que llora y sufre: Dios está allí.

En cada amanecer levanto mi alma a Ti, mi Señor.

Todo lo espero de tu Misericordia.

Señor, dame un corazón que sepa amarte como María.
Abre mis ojos y prepara mi corazón
para que sepa descubrirte cuando te hagas presente y encontradizo.
¡El Señor está a tu lado!, no lo dudes, abre tu oído y corazón para que lo escuche
Es momento de compartir tu fe con los que tienes cerca,

¡Cristo ha resucitado!



 

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