Viendo y creyendo
“
¿Y no acabáis entender?”
(Mc 8, 14-21).
¡Qué entendederas tan duras y miopes tenemos en ocasiones!
¡Qué incrédulos y ciegos pueden llegar a ser nuestros
corazones!
Danos fe que transforme y luz que ilumine nuestras pobres
razones.
No acogemos a Jesús por la desconfianza y la
incredulidad.
No terminamos de entender lo que él significa para
nosotros.
Sencillamente, abramos nuestros ojos y nuestros oídos
y aprendamos a percibir las maravillas que Dios hace cada día en torno a
nosotros.
Sigamos viendo y creyendo; hay suficientes señales de
Dios para ello.
Jesús es el pan vivo bajado del cielo.
El único que puede saciar el hambre de una humanidad
que espera y confía en su misericordia.
Su Espíritu nos mueve a compartir los bienes.
“Me has enamorado y
cautivado.
No sé vivir sin
ti.
¡Tanto me has dado!
¡Y aún busco
más!
No anhelo solo tu
agua: deseo beber en tu manantial.
No anhelo solo tus
umbrales: deseo entrar en ti.
No anhelo solo tus
dones: quisiera fundirme, en abrazo eterno y duradero, en
ti, Jesucristo, respuesta y plenitud, mi Señor, mi Dios, mi Salvador” (Raúl
Berzoza).
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