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Padre guía mis pasos




“Señor, tú lo conoces todo, tú sabes que te quiero” 
(Jn 21,17)
  
 Es tarea urgente de todos los seguidores de Jesús hacer cuanto esté a nuestro alcance para recuperar lo que Jesús hizo, dijo y quiso.
De eso depende, en gran medida, el futuro de la Iglesia.

“El amor social nos mueve a pensar en grandes estrategias que detengan eficazmente la degradación ambiental y alienten una cultura del cuidado que impregne toda la sociedad” (LS 231).   

Estamos en la vida para aprender a amar gratuitamente, desinteresadamente.
En la Pascua nuestro amor se centra en Cristo.
Este amor no está reñido con el amor social, porque Dios es más ensanchador que ocupador.
Al amar se curan las heridas de la memoria.
El amor verdadero no engaña.
El amor verdadero es humilde, se manifiesta en el abandono confiado.
El amor verdadero es también amor social, amor ecológico; se manifiesta en el apoyo a estrategias que potencian la cultura del cuidado del planeta.
El evangelio del amor a Cristo Resucitado alimenta la pasión por el cuidado del mundo.

¿Cuál es mi lago de Tiberíades?
Mi lugar de trabajo, de estudio, de convivencia,  donde me voy gastando  y ganando la vida.
Tú, Jesús, no quieres  ser un hecho excepcional,  alguien a quien sólo encontrar en aquel santuario, aquella peregrinación, aquel retiro.
Ni siquiera te conformas  con los cinco minutos  de mi visita habitual a la iglesia.
Tú me vienes a buscar en casa,  en el trabajo, en el instituto, en el hogar de ancianos, en la calle.
Sin saber cómo,  me das una nueva fecundidad, me invitas a pasar tiempo contigo, me invitas de nuevo a seguirte y me envías a trabajar por el Reino.
Cuanto más te hago caso, menos temo.
Ya no necesito, como antes, encontrar excusas  para decirte que no  sin quedar mal contigo, con los demás y conmigo mismo.
Hasta me alegro de poder  hacer cosas que los otros  no entienden y critican,  cuando sé que las hago por ti.

Padre, Tú que conoces todo en mí, serena mi espíritu 
y guía mis pasos.
Tú, que conoces lo que siento, apacigua mis preocupaciones, alivia mis tensiones,  y sostén mi esfuerzo cotidiano… 
Señor, que mis ojos siempre reconozcan tu presencia, que no me pase desapercibida tu compañía, que confíe en tu Palabra, que sea capaz de “abandonarme” a tu voluntad… Porque contigo a nada he de temer, porque a tu lado tiene sentido lo que hago, porque en Ti está el fruto cierto… porque Tú sabes mi camino y acompañas mi avance… porque con la mirada puesta en Ti soy capaz de sobreponerme  a los temores que atenazan mi rutina. 
Dios mío, que la fe apague mis afanes de controlar todo, que mi confianza en Ti, supere mis miedos y mis dudas de cada día… 
Que Contigo descubra y sienta la alegría de vivir, y experimente la aventura de disfrutar de aquello que la Vida me ofrece.
Porque son las grandes cosas las que están en Ti, y Tú eres el que hace grande aquello que puedo hacer.



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