LA SABIDURÍA DE DIOS SE PUEDE RECIBIR GRACIAS A LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
El
evangelio de este domingo es parte del llamado “discurso de la montaña”, la
primera gran predicación de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús ante las
leyes judías. Él afirma: “No crean que yo haya venido para abolir la ley o los
profetas; no vine a abolirla pero a darle pleno cumplimiento” (Mt 5,17).
Jesús
por lo tanto no quiere borrar los mandamientos que el Señor ha dado por medio
de Moisés, sino que quiere llevarlos a su plenitud. Y en seguida después añade
que este “cumplimiento” de la Ley requiere una justicia superior, una
observancia más auténtica. Dice, de hecho a sus discípulos: “Si vuestra
justicia no superará la de los escribas y los fariseos, no entrareis en el
reino de los cielos” (Mt 5,20).
Pero,
¿qué significa este “pleno cumplimiento” de la Ley? ¿Y en qué consiste esta
justicia superior? Jesús mismo nos responde con algunos ejemplos. Jesús era
práctico y hablaba con ejemplos para hacerse entender.
Compara
la Ley antigua y lo que Él nos dice. Inicia desde el quinto mandamiento del Decálogo:
“Han entendido lo que le ha sido dicho a los antiguos: “No matarás”, … Pero yo
les digo: cualquiera que se encoleriza con su hermano deberá ser sujetado a
juicio” Mt 5,21s). ¡Con esto Jesús nos recuerda que también las palabras pueden
asesinar! Cuando se dice de una persona
que tiene la lengua de víbora significa que sus palabras asesinan. Por lo
tanto, no solamente hay que evitar atentar contra la vida del prójimo, pero ni
siquiera volcarle el veneno de la ira, ni golpearlo con la calumnia y ni siquiera hablar mal de él.
Llegamos a los
chismes, los chismeríos puede también asesinar la reputación de las personas.
Al inicio puede parecer algo divertido, como un caramelo, pero al final nos
llena el corazón de amargura y nos mata también a nosotros. Estoy convencido
que si cada uno de nosotros hace el propósito de evitar los chismes, se
volvería santo. Es un hermoso camino, ¿Queremos ser santos?, o ¿queremos
aferrarnos a los chismes como costumbre? ¿sí o no? Entonces, nunca hay que
hacer chismes.
Jesús
propone a quien lo sigue la perfección del amor: un amor cuya única medida es la
de no tener medida: de ir más allá de cualquier cálculo. El amor al prójimo es
una actitud de tal manera frontal que Jesús llega a afirmar que nuestra
relación con Dios no puede ser sincera si no queremos entablar paz con nuestro
prójimo.
Y
dice así: “Por lo tanto si al presentar tu ofrenda al altar y allí te recuerdas que tu hermano
tiene algo en contra de ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve antes a reconciliarte
con tu hermano” (Mt 5,23s). Por ello estamos llamados a reconciliarnos con
nuestros hermanos antes de manifestar nuestra devoción al Señor con la oración.
De
todo esto se entiende que Jesús no da importancia simplemente a la observancia
de la disciplina y de la conducta exterior. Él va a la raíz de la Ley,
apuntando sobre todo en la intención y por lo tanto al corazón del hombre,
desde donde nacen todas nuestras acciones, buenas o malvadas.
Para
obtener un comportamiento bueno y honesto no son suficientes las normas
jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas, expresión de una
sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se puede recibir gracias al
Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos
abrirnos a la acción del Espíritu, que nos permite vivir el amor divino.
A la luz de esta enseñanza de Cristo, todos los mandamientos revelan su pleno significado como una exigencia de amor, y todos se reúnen en el gran mandamiento: amar a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo.
A la luz de esta enseñanza de Cristo, todos los mandamientos revelan su pleno significado como una exigencia de amor, y todos se reúnen en el gran mandamiento: amar a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo.
Ángelus 16 de febrero de 2014
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