Pese a los dolores, la dureza del camino, la dificultad de la respuesta, la renovación del compromiso diariamente... nada ni nadie nos puede privar de estar alegres, de vivir con gozo haberle conocido, escuchado, respondido y estar viviendo el Evangelio. La alegría viene de una relación de amistad y no de un estado de ánimo.
Nadie nos quitará la alegría. Es un don que viene de Dios y se experimenta a pesar de las tristezas del momento. La alegría del encuentro con el resucitado. Con el Dios del Amor y de la Vida.
La alegría que brota del encuentro con Jesús Resucitado no es una alegría pasajera: Desborda el corazón y es para siempre. Por mucho que pretendan eliminarla, nunca podrán. Es inagotable. Incluso en los peligros y pruebas, crece y se contagia con facilidad a los de tu entorno.
«Ese día no me preguntaréis nada» Se refiere al día en que volveremos a encontrarnos con él, en la grandeza de Dios que se nos manifiesta, entonces no preguntaremos nada porque no habrá dudas en nuestro corazón, tendremos la certeza de quién es él, sin dudas en nuestra misión.
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