La elección de vida de una madre es dar la vida
Catequesis del Papa Francisco
en la Audiencia General del 7 de enero
«Queridos
hermanos y hermanas, ¡buen día!
En
estos días la liturgia de la Iglesia ha puesto delante de nuestros ojos la
imagen de la Virgen María Madre de Dios. El primer día del año es la fiesta de
la Madre de Dios, a la cual sigue la de la epifanía, con el recuerdo de la
visita de los Reyes Magos. Escribe el evangelista Mateo: “Cuando entraron en
la casa vieron el niño con María su madre, se postraron y lo adoraron”. Es
la Madre que después de haberlo generado, presenta el Hijo al mundo. Ella
nos da a Jesús, ella nos muestra a Jesús, ella nos hace ver a Jesús.
Continuamos
con las catequesis sobre la familia. En la familia está la madre. Cada persona
humana debe su vida a una madre, y casi siempre le debe mucho de su existencia
sucesiva, de su formación humana y espiritual. La madre entretanto, si bien es
muy alabada desde el punto de vista simbólico, tantas poesías, tantas cosas
bellas que se dicen de la madre..., es poco ayudada en la vida cotidiana, poco
considerada en su rol central en la sociedad. Más aún, muchas veces se
aprovecha de la disponibilidad que tienen las madres de sacrificarse por los
hijos, para 'ahorrar' en el gasto social.
Sucede
también en la comunidad cristiana que la madre no siempre sea tenida en la
debida consideración, que sea poco escuchada. Si bien en el centro de la vida
de la Iglesia está la madre de Jesús. Quizás las madres, prontas a tantos
sacrificios por los propios hijos, y no raramente también por los de otros,
deberían ser más escuchadas.
Sería
necesario entender más su lucha cotidiana para ser eficientes en el trabajo, y
atentas y cariñosas en la familia; habría que entender mejor a aspiran para
expresar los frutos mejores y auténticos de su emancipación. Una madre con los
hijos tiene siempre trabajo, problemas. Me acuerdo en mi casa que eramos cinco,
y mientras uno combinaba una, el otro preparaba otra, y la pobre mamá iba de un
lado al otro, pero era feliz. Dio tanto.
Las
madres son el antídoto más fuerte a la expansión del individualismo egoísta.
'Individuo', quiere decir que no se puede dividir. Las madres en cambio se
dividen desde el momento en el que aceptan un hijo para darlo al mundo y
hacerlo crecer. Son ellas, las madres, quienes más odian las guerras que
asesinan a sus hijos. Tantas veces he pensado en aquellas mamás cuando
recibieron la carta que dice que su hijo cayó en defensa de la patria. Pobres
mujeres, como sufre una madre.
Son
ellas quienes dan testimonio de la belleza de la vida. El arzobispo Oscar
Arnulfo Romero, decía que las mamás viven un 'martirio materno'. En una homilía
cuando un sacerdote fue asesinado por los escuadrones de la muerte, él dijo,
haciendo eco al Concilio Vaticano II:
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgj-LWGuLzO9TTgWFx3hWXroyVhrTfgcSw8mU2f4_dr1TgApilFzKtQ1ZQvw0UCGH3oprquHEhPJ61SP7FCcHrNpPtFqoj2mZeC_mnbvAe5TnK8DN75Qs_W29en_nOfOiGys_o2w1DgJ_w/s1600/7+enero.jpg)
Sí,
ser madre no significa solamente traer un hijo al mundo, pero es también tomar
una decisión de vida, la decisión de dar la vida. ¿Qué elige una madre, cuál es
la elección de vida de una madre?, la elección de vida de una madre es dar la
vida, y esto es grande, es bello.
Una
sociedad sin madres sería una sociedad inhumana, porque las madres saben
siempre dar testimonio, mismo en los peores momentos, con ternura, dedicación y
fuerza moral.
Las
madres transmiten muchas veces también el sentido más profundo de la práctica
religiosa: en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción que un
niño aprende, está escrito el valor de la fe en la vida de un ser humano. Es un
mensaje que las madres creyentes saben transmitir sin tantas explicaciones:
estas llegarán después, pero la semilla de la fe está en aquellos primeros y
preciosísimos instantes.
Sin
las madres, no solamente no habrían nuevos fieles, pero la fe perdería buena
parte de su calor simple y profundo. Y la Iglesia es madre, con todo esto, es
nuestra madre. Nosotros no somos huérfanos, tenemos madre: la Virgen, la Iglesia
y nuestra madre. Somos hijos de la Iglesia, somos hijo de la Virgen y somos
hijos de nuestras madres.
Queridas
mamás, gracias, gracias por lo que son en las familias y por lo que dan a la
Iglesia y al mundo. Y a ti amada Iglesia gracias, gracias por ser madre; y a ti
María madre de Dios, gracias por hacernos ver a Jesús. Y a todas las mamás aquí
presentes les saludamos con un aplauso».
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