TE DEUM
El misterio de la Navidad esconde el mayor de los regalos: el verbo de Dios hecho carne, el Dios-con-nosotros. Es el regalo de Dios que encierra todos los demás regalos. Cuando a la Navidad se la despoja de este sentido todo se vuelve incomprensible, hasta la propia existencia.
El Verbo se hace carne, se hace niño. Se le puede ver y tocar. Se le puede besar y abrazar. Se ha encogido, haciéndose uno de nosotros, para regalarnos la ternura y la misericordia de Dios. Estamos llamados a dar testimonio por la gracia recibida.
¿Seremos capaces de acoger ahora, en nuestra pobre vasija de barro, la luz de Dios en el Niño de Belén?
La Palabra es Vida, vida generosa, regalo de Dios. Es "la Luz de los hombres" que rompe toda oscuridad, angustia. Nada de miedos, Él es fiel. Nada de miedos, es la Vida. Nada de miedos, es la Luz verdadera.
"A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer". A Dios no lo vemos sino limpiamos la mirada de los ojos y del corazón. La vida se acontece como un montón de datos inconexos. Somos nosotros los que dotamos de sentido y acogemos como un mensaje todo lo que ocurre. Jesús es el que nos enseña a interpretar la realidad como una historia de amor. Terminamos un año y comenzamos otro lleno de incertidumbre en una sociedad necesitada de esperanza que nace de un corazón lleno de la alegría de Aquel que nos invita a levantar la cabeza y darnos cuenta que no estamos ni caminamos solos.
Gracias, Señor, por la vida, por tu Vida en mi vida.
Gracias Señor por todo lo que hemos entendido de ti en este año que hoy terminamos:
Los acontecimientos agradables y los sucesos dolorosos.
Gracias por la bondad y solidaridad de muchas personas que en situaciones de pandemias y desastres naturales unen sus manos solidarias y ofrecen gestos samaritanos.
Ponemos en tus manos nuestras vidas y te pedimos que no nos sueltes de la mano en el año nuevo que empezamos.
Feliz año nuevo.
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