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Se compadeció



 


«Eran tantos los que iban y venían, 
que no encontraban tiempo ni para comer». 
(Mc 6, 30-34)
 
Ciertamente, los caminos de Dios no son nuestros caminos.
Toca ser dóciles, dejarnos llevar, porque sus caminos son más acertados, aunque a veces nos descoloquen.
Jesús es el guía, el Pastor que nos conduce hacia una tierra nueva, a praderas de esperanza y fuentes de agua viva.

El ajetreo, la rutina, el activismo incansable y frenético, nos hace olvidar quienes somos y para qué estamos aquí.
Jesús propone parar, ir a un lugar desierto, descansar.
Lo importante no es lo qué hacemos, sino cómo lo hacemos.
Desde Jesús o desde nosotros.
Se compadece y se acerca, se ofrece para ser escuchado, para acompañar nuestro dolor, para escuchar nuestros lamentos y nuestras quejas, para cogernos de la mano y llenarnos de su presencia... 
"Jesús vio una multitud y se compadeció"

Jesús olvida sus propias fatigas, para dar alivio a todo aquel que le busca.
Aunque el Corazón de Cristo sufra y expíe, los pecados del mundo, renueva su luz y su misericordia para reconfortar a todos aquellos que le buscan.
 
Hacer la voluntad de Dios en cada momento, por encima de deseos o caprichos personales, es el verdadero descanso del cristiano. 

La vida nos pone a prueba con una carrera de fondo.
No se trata de velocidad, sino de resistencia.
Y no hay que llegar primero, sino llegar todos juntos, a un tiempo.
Para resistir hemos de fortalecernos, restaurarnos cada noche descansando en la oración.
El Pan y la Palabra. 
 
Lo mismo que el ave regresa al hogar y encuentra su descanso en su nido, así mi alma descansa en ti, Señor. 
Porque tú eres el gozo de nuestra alma, la abertura siempre abierta, la puerta de la esperanza, en ti nos confiamos en el descanso. 
Cuando llega la tormenta, cuando el frío arrecia tras los cristales, cuando todo parece que va a concluir en tragedia.
Tú eres el descanso, la plenitud sin fin, el infinito que se puede tocar, el que cierras nuestros ojos con tus delicadas manos. 
Aunque a veces me duermo enseguida, pensar en ti me hace sentirme mejor, me brota una paz inexplicable, y al punto me duermo en paz.  
 Aunque mis padres me abandonaran, aunque el sol no calentase, yo descansaría seguro en el Señor, estaría muy a gusto con mi Dios. 
Amén.





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