Para encontrarnos con Él
«Llegarán días en
que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán».
(Mt 9,14-15)
La Cuaresma es tiempo para reanimar la vida; para revisar la ética que nos guía.
Es tiempo para ahondar en las raíces de nuestro ser y dejar que brote con más fuerza la coherencia.
Es tiempo para abrazar el olvido de sí, y envolvernos en el abrazo del Padre; para mirar al otro y por el otro.
Es tiempo para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios.
Es tiempo de esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20).
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiMLAkuiQ-69bdWN2I7lInF3D46OUDOUND-I9pZSSva-M9WxmZANAfxiNE8ccUwETuW17XIjr8YBqdFIAhPTuHN9AkNQKshAhuS_FWbXXilW9rjjP8QVwBErpvdhyuj-yt4uWx1o4mh3S8/w400-h231/EujqkCWXAAYMnC5.jpg)
El ayuno no es únicamente dejar de comer.
Ni es una moda fitness.
Es signo de renunciar, por amor, a algo que nos produzca satisfacción.
Un sacrificio por el que purificamos nuestras debilidades.
¿Estás dispuesto a ello?
Ayunamos para encontrarnos con Él.
Ayunamos de lo que nos separa de Él, de lo que le deja fuera.
Un ayuno que conduce a un vacío que debe llenarse de, por y con Él.
Que lo llene el amor, el abrazo y el encuentro.
Ayunar se puede entender desde el sentido muy reducido de dejar de comer.
Jesús amplía el significado y le da todo su sentido pleno: liberar de injusticias, compartir el pan, hospedar a pobres e inmigrantes, vestir al que ves desnudo.
Este es el ayuno de Jesús.
Si nuestro ayuno cuaresmal no se queda solo en privación de comida o de cosas, sino que lo llenamos con la escucha de la Palabra de Dios y con obras de misericordia, estaremos apresurando, con nuestra conversión, la venida del Esposo.
"¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos?"
Qué regalo se recibe al comprobar que cada día es una 'fiesta de bodas', una invitación cotidiana a un banquete en el que el amor lo hace todo nuevo, y abre la puerta a un presente eterno.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKWDyUsVMldEjr5wkooqC-1VXGH2f4uJSVOleJfVwsyYoiamhs1mLbIzBsL8-jd8cGY0fKQmwP0jueaceD3Sy9IC_bBhEIYSHHxE7LI-IAQyEF3b-12j-ycG-BvQz_BQ-aK2flmHNcmDA/w640-h360/EukqDq9WgAAPlSF.jpg)
Cuando las alegrías de otros tiempos hayan desaparecido
y tesoros una vez míos, no pueda ya exigir,
que esta verdad alimente mi debilitado corazón:
¡Señor, TU PERMANECES AQUI! ¡TÚ eres todavía el mismo!
Cuando los arroyos de agradable frescura se hayan secado:
Amistades bendecidas ya no estén;
cuando los cielos bañados por el sol cedan a las nubes,
¡Señor, TU PERMANECES AQUI!
Todavía mi corazón te tiene a TI.
Cuando las fuerzas hayan fallado,
y los pies, cansados y rendidos,
ya no puedan realizar felices diligencias,
¿por qué he de suspirar, y hacer los días tristes?
¡Señor, TU PERMANECES AQUI! ¿Acaso necesito algo más?
Así por los días de la vida, lo que pudiera fallarme,
amigos, amistades, goces, en grado mayor o menor;
el canto puede ser mío, ninguna pena ha de asaltarme,
¡Señor, TU PERMANECES AQUI! Todavía estás en mi corazón.
María José Silva
Comentarios
Publicar un comentario