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Gracias



“¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios 
más que este extranjero?” 
(Lc 17, 11-19).

10 quedaron limpios pero solo 1 volvió a Jesús y fue agradecido, ese fue salvado

¿Cómo responder ante el amor la entrega, la amistad que Jesús nos manifiesta?
Amándole, entregándonos, con trato de amistad.
¿Y dónde encontrarle?
En su Palabra, en la Eucaristía, en el hermano, en el pobre, en el hombre que sufre...

Toma conciencia del milagro de estar vivo, de tu cuerpo, de la respiración, de todo lo que puedes contemplar, escuchar, oler, saborear, palpar.
De lo que puedes sentir, conocer, amar.
¡Son tantos los dones por lo que podemos dar gracias! ¡Son tantas las veces que Jesús nos sana!



Jesús ‘contagia’ salud y vida.
La terapia que Jesús pone en marcha es su persona: su amor apasionado por la vida, su aceptación amorosa de cada persona enferma, su fuerza para regenerar a la persona desde lo más profundo, su capacidad de comunicar su fe en la bondad de Dios.

Señor, que la fe me anime a ir a tu encuentro,
porque buscarte ya alimenta mi fe, y sin buscarte se duerme mi compromiso.
Padre, que la fe despierte mi deseo de encontrarte,
porque en ese encuentro quedarán desvanecidas mis dudas, mis cargas…
Señor, que mi fe mi impulse a recorrer el camino,
a ir y a volver a tu presencia…
Que no me quede sólo en la ida porque entonces se pierde mi misión de cristiano con el prójimo,
mi testimonio de experiencia contigo, mi compromiso espiritual hecho vida…
Y que no se me olvide volver, porque si no vuelvo se marchitará la Llama que tú prendes en mí,
porque sino vuelvo se difumina tu rostro en mi camino,
porque si no vuelvo no te diré cuánto te quiero,
ni te dejaré demostrarme de cerca cuánto me quieres Tú.
Que vuelva siempre, Padre… que siempre estará el camino…
Que nunca olvide darte gracias…ni de donde viene aquello en lo que creo y por lo que vivo.


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