Tener un corazón abierto para escuchar al Señor
“Dichosos los que
escuchan
la palabra de Dios y la cumplen”
(Lc 11,28)
Una mujer del pueblo
presta su voz a la humanidad para felicitar a María porque escuchó y dejó
cumplirse la Palabra de Dios en ella.
La verdadera grandeza de “mamá María” está en haber
dicho “hágase en mí según tu palabra”.
Jesús acepta la alabanza a
la madre y la sitúa en un nivel en que María ha sobresalido y en el que podemos
participar todos los discípulos.
Ya Isabel había dicho a María algo parecido
(«¡Dichosa tú, que has
creído!»).
Ella es “la mujer de la palabra”.
Ella es “la madre de la palabra”.
Dios se rebajó a la condición humana haciéndose
Palabra.
Y Jesús dirá a los discípulos:
«Puesto que sabéis esto,
dichosos vosotros si lo ponéis en práctica».
El hombre se engrandece a
la condición divina escuchando la Palabra.
El creyente es grande
porque se fía de la Palabra.
El creyente es grande
porque se deja fecundar por la Palabra.
El creyente es grande
porque escucha y pone por obra la Palabra.
El creyente es grande
porque anuncia la Palabra.
El creyente es grande
cuando es capaz de decir:
“Hágase en mí según tu Palabra”.
Lo que nos hace realmente
grandes delante de Dios es que:
Escuchamos su Palabra.
Creemos en su Palabra.
Aceptamos su Palabra.
Vivimos de su Palabra.
Nos dejamos guiar por su Palabra.
Es su Palabra la que nos hace hijos suyos.
Es la Palabra la que nos hace hermanos.
Es la Palabra la que nos hace cristianos.
Somos los hombres y mujeres de la Palabra.
La misma Iglesia es la Iglesia de la Palabra.
Escuchamos su Palabra.
Creemos en su Palabra.
Aceptamos su Palabra.
Vivimos de su Palabra.
Nos dejamos guiar por su Palabra.
Es su Palabra la que nos hace hijos suyos.
Es la Palabra la que nos hace hermanos.
Es la Palabra la que nos hace cristianos.
Somos los hombres y mujeres de la Palabra.
La misma Iglesia es la Iglesia de la Palabra.
- Gracias, Jesús, por invitarnos a compartir con María
la dicha de acoger la palabra de Dios y ser discípulos tuyos.
Eres dichoso si dejas que
la Palabra de Dios modele la arcilla de tu vida; si dialogas con ella en el
corazón, brotará en ti la humildad, la libertad y la alegría.
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