ASCENSIÓN

En el día de la ascensión, oh Cristo Rey,
los ángeles y los hombres te aclaman:
“Tú eres santo, Señor, porque has descendido y has salvado a Adán,
al hombre hecho polvo,
del abismo de la muerte y del pecado,
y por tu  santa ascensión, oh Hijo de Dios,
los cielos y la tierra entran a gozar de la paz.
¡Gloria a aquel que ha sido enviado!”

La Iglesia ha visto a su Esposo en la gloria,
y ha olvidado los sufrimientos soportados en el Gólgota.
En lugar del peso de la cruz que llevaba,
es una nube luminosa la que lo lleva.
Y él se levanta vestido de esplendor y majestad.

Un gran prodigio tiene lugar hoy en el monte de los Olivos:
¿Quién es capaz de decirlo?
Nuestro maestro había descendido buscando a Adán
y, después de encontrar al que estaba perdido,
lo trae sobre sus espaldas
y glorioso lo introduce en el cielo con él.

Vino y nos mostró que era Dios;
se revistió de un cuerpo y nos mostró que era hombre;
descendió a los infiernos y manifestó que había muerto;
subió y ha sido exaltado y nos ha mostrado cuán grande es.
¡Bendita sea su exaltación!

En el día de su nacimiento, María se alegra;
en el día de su muerte, la tierra tiembla;
en el día de su resurrección, el infierno se aflige;
en el día de su ascensión, el cielo exulta.
¡Bendita sea su ascensión!
                                                                           Liturgia siríaca

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