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¡Venga tu Reino, Señor!

 


"El Reino de Dios está en medio de vosotros."

 (Lc 17,20-25).

El Reino no viene aparatosamente, no llama la atención. Es discreto, sencillo y cotidiano. No hay que buscarlo porque está en medio de nosotros. Ni dejarse llevar de noticias o impresiones. Es luz en medio de las sombras del dolor y sufrimiento de este mundo.

Necesitamos ojos capaces de reconocer el Reino de Dios. Oiremos que está aquí o allí. Pero son cantos de sirena o profetas de calamidades. No tendremos que buscar lejos, pues está en medio de nosotros. Nos gustaría, tal vez, que se mostrara portentosamente, pero es muy discreto.


"El Reino de Dios está en medio de vosotros."
No son manifestaciones divinas que coarten nuestra libertad. El Reino no se impone a lo humano. Dios es discreto y no firma sus obras, sino que acompaña nuestros pasos   y nos anima e inspira la forma de vivirlos. El Reino se descubre cuando miramos de forma admirativa todo lo que ocurre. La bondad de tantas personas, el perdón que suaviza muchas relaciones, la generosidad en los esfuerzos, la alegría que se contagia, el abrazo que se convierte en un nuevo inicio.

«El Reino de Dios está en medio de vosotros» Nos volvamos locos buscando de un lado a otro, escuchando a una persona y a otra, como si estuviese lejos de nosotros. El Reino está a nuestro lado, en las personas y la creación con la que nos relacionamos en la presencia de Dios.


“El Reino de Dios... está dentro de vosotros.”
El Reino de Dios está en los pequeños gestos que nos muestran como constructores de un nuevo orden de relaciones, basadas en el amor de Dios, en su misericordia y bondad. Relaciones que convierten al otro en mi hermano, al que cuido, respeto y amo.  El Reino está en nosotros. Nuestras relaciones son de justicia, un Reino de justicia. Relaciones de paz, constructores de la misma.


¿Dónde está el Reino de Dios? Si, tú le permites, Dios habitará en Ti. La libre decisión está en ti... Por la gracia, la fe y la docilidad.

El Reino de Dios ya está entre nosotros y es motivo de gozo y esperanza. Con la presencia del Resucitado se inaugura una nueva etapa en la historia. Jesús reviste todo de un sentido nuevo. Cada vez que respondemos confiadamente con nuestra vida al mensaje de Jesús, el Reino se hace también presente en nosotros por el Espíritu.

 

Quiero vivir el momento presente
acogiendo tu Reino,
anunciando tu Reino,
esperando tu Reino.
¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
 

 

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