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Insiste

 


“Señor, ayúdame” 
(Mt 15,21-28)

 

Una mujer cananea sale a buscar a Jesús. A gritos le pide compasión. Su hija tiene un demonio. El silencio y el desprecio de Jesús, provocan que crezca la humildad de la mujer. Se contenta con las migajas que pueda darle. Y en esa pequeñez, su fe se hace grande.

¡Qué insistencia la de esta mujer! Pide, vuelve a pedir, insiste. Deja una y otra vez que se asome su deseo hondo y se haga presente en sus palabras de fe. De su corazón desgarrado y desesperado brota una súplica confiada. A veces parece que Dios no nos escucha, no nos oye. Nos llega a desesperar el silencio de Dios. La fe valiente y arriesgada de esta mujer nos mueve a confiar y perseverar en aquello que pedimos a Dios.

Asomo ante ti, Señor, mi corazón, te miro y espero tu compasión.

 

Era mujer, extranjera,
y madre sufriente
viendo cómo estaba lo que más quería,
la hija nacida de sus entrañas.

El evangelista nos narra,
sin eufemismos ni edulcorantes,
su encuentro contigo
cuando saliste de las fronteras patrias.

Su lectura siempre me intriga y sorprende,
y me deja con la sensación de no entender nada.
Mas no quiero que me lo expliquen,
ni que me lo maticen,
ni que me lo contextualicen
poniéndote aureola de luces, Señor.
La escena perdería su encanto,
y no rompería nuestros esquemas
respecto a lo divino y a lo humano.

Así, tal como nos la han transmitido,
suena a escándalo,
pero quizá sólo así sea manantial de gracia
y un gran regalo.

Porque, ¿qué es, sino gracia,
lo que esa madre cananea
nos enseña con su actitud y fe?
¿Qué es, sino gracia,
ver cómo podemos influirte?
¿Qué es, sino gracia,
descubrir la fuerza de nuestra oración?
¿Qué es, sino gracia
constatar cómo tú cambias
ante nuestra testaruda insistencia?
¿Qué es, sino gracia,
percibir que nunca están las puertas
de tu corazón cerradas?
¿Qué es, sino gracia,
terminar siendo tratados como hijos
aunque seamos extranjeros?
¿Qué es, sino gracia,
Saber que hasta los "perrillos"
tienen alimento y derecho en casa?

¡Que no me cambien ni expliquen este evangelio!
Quiero sentir el escándalo
de tu propio proceso divino y humano.


Florentino Ulibarri


 

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