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No se puede amar "sin lavar el corazón"



“Nada que entre de fuera 

puede hacer al hombre impuro”.
(Mc 7,1-8.14-15.21-23)

1.- Un Evangelio para mirarnos por dentro.
     Hay una fe y una religión externa, de periferia.
     Hay una fe y una religión del corazón.

2.- Los fariseos se escandalizan del comportamiento de Jesús y de sus discípulos.
     No cumplen con la ley de las abluciones externas,
     no se lavan las manos como ellos
     y esto les escandaliza.
     Es la religión de las prácticas externas,
     de las purificaciones externas.

3.- Jesús sale al paso y pone las cosas en su lugar:
     Comienza por atacar el culto de los labios y no del corazón.
     Comienza por atacar la religión de la exterioridad, pero sin interioridad.
     Se puede tener unas manos limpias externamente y ser unas manos injustas.
     Se puede tener un cuerpo limpio y un alma sucia, un corazón sucio.
     Lo que nos hace verdaderos no es la limpieza del cuerpo, sino del alma.
     Dios no mira tanto la suciedad de las manos cuanto la suciedad del corazón.

4.- Para Jesús las cosas ni son malas ni ensucian.
     La verdadera suciedad es lo que nace del corazón y no lo que entra por la boca.
     La verdadera suciedad es lo que llevamos dentro en el corazón.
     Lo que sí necesita verdadera purificación no son las manos,
     es el corazón el que tenemos que limpiar y purificar.
     Sigue toda una lista de la verdadera suciedad del corazón.

5.- Es el momento de mirar nuestras manos, pero más nuestro corazón.
     ¿Cuáles son las cosas que ensucian hoy el corazón?
     ¿Qué cosas debiéramos limpiar dentro de nosotros?
     ¿Qué cosas no debiera ver Dios dentro de nuestro corazón?

6.- Apliquemos esto a nuestras prácticas religiosas.
     ¿Son solo externas?
     ¿Nos tocan el corazón?

    Que cada uno dejemos de mirar a nuestras manos 

miremos un poquito más al corazón.

    Se puede amar con manos “sin lavar”.

    Pero no se puede amar “sin lavar el corazón”.


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