Tu tesoro, tu corazón
Acumular riquezas es, en nuestros días, deporte nacional. Aunque adorar al vil metal era de lo más antiguo. Por ello, nos advierte el Señor: "Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón". Ese será el quicio en el que descansa el sentido de la vida. Tu tesoro condiciona tu vida.
A la luz del Evangelio de hoy podemos preguntarnos dónde está nuestro corazón. En qué lo ponemos. La codicia, el materialismo, el buscar solo nuestro bien e interés nos alejan mucho de ponerlo en Dios y en los pobres
Los bienes materiales nos deben servir para hacer el bien. Todo es útil si se usa para construir el Reino. Lo que sólo alimenta nuestro individualismo nos aleja de las personas y de Dios impidiendo sentir el amor como mayor tesoro.
¿Dónde miras? ¿Qué buscas? ¿Qué deseas? ¿A quién dejas sitio
en tu vida? Estas decisiones nos llevan a elegir un tesoro en nuestra vida. Es
muy importante responder a las preguntas. Lo
que convirtamos en el centro de interés, el tesoro de nuestra vida, moverá
nuestro corazón.
"Donde está tu tesoro allí estará tu corazón". Cuando pones corazón en lo que haces, en lo que sueñas... no hay fronteras, no hay impedimentos... Deja que Dios forme parte de ese sueño, porque tú eres el sueño de Dios.
"Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón." El tesoro de nuestra vida es aquel al que dedicamos nuestras mejores energías, espacios de tiempo, y vuela nuestro deseo una y otra vez. El tesoro de muchas vidas es el "yo", el vivir centrados en uno mismo. El tesoro que nos enseña el Evangelio no es evidente, está escondido. Pero el que lo descubre, cambia toda su vida para conseguirlo. Es el tesoro del Reino, del nosotros, del sabernos hijos de Dios.
¿Cuál es el tesoro que podemos llevarnos al final de la vida? Puedes llevarte lo que has dado, y solo eso. La única manera de atesorar para el cielo son las obras de caridad que hacemos.
San Francisco de Asís rezaba "Oh, mi Dios y mi todo". Si nuestro corazón está en Dios, en él también está toda nuestra vida, incluyendo lo que somos, la familia que tenemos, a los amigos que amamos, a la comunidad a la que pertenecemos e incluso los bienes que poseemos. Todo se convierte en ofrenda a Dios. Él no nos quita nada y nos lo da todo.
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