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¡Ven, Espíritu Divino!


 
«Paz a vosotros. 
Como el Padre me ha enviado, 
así también os envío yo. 
Recibid el Espíritu Santo».

 

Hoy es la solemnidad de Pentecostés, la fiesta del Espíritu. La alegría de la Pascua se hace más plena por el don del Espíritu.

Jesús quiere dar a nuestro pobre corazón el Espíritu del Amor, a nuestra cabeza el Espíritu de Sabiduría, a nuestra débil voluntad, el Espíritu de Fortaleza, y para liberarnos del miedo, el Espíritu de la valentía...

El Espíritu Santo es nuestro defensor, nos la paz, nos hace testigos de su misericordia y su perdón.

Demos gracias a Dios por el don que se nos ofrece y abramos de par en par nuestra vida para que el Espíritu Santo penetre hasta lo más profundo de nuestra existencia.

Vive la vida eterna cada día, en las pequeñas cosas y en las grandes.

El Espíritu Santo es Dios, está en medio de la comunidad, nos empuja a salir y anunciar, es la fuerza para transformar, es el amor de Dios, que ha puesto en nuestros corazones.

Somos testigos y portadores de Él para que Dios se haga presente.

Podríamos decir muchas cosas del Espíritu Santo. 

Pero lo más importante no es saber mucho, sino dejar que Él viva realmente dentro de nosotros.

¡Deja que arda tu corazón!

 


Que no nos falte tu aliento.

En un mundo que asfixia, que oprime, que ahoga, venga a nosotros tu aliento.

Que no nos falte tu luz. En un mundo sombrío, oscurecido por la ambición y el egoísmo, venga a nosotros tu luz.

¡Ven, Espíritu Divino!

¡Ven, dulce huésped del alma!

Gracias Señor porque sigues enviando tu Espíritu sobre nosotros, porque sigues derramando tu amor a manos llenas. 

Renueva nuestros corazones, renueva tu iglesia.

Orienta el camino para que esta humanidad herida pueda renacer de sus cenizas como el reino nuevo soñado por ti.

 


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