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Ser testigo



"Este es el Cordero de Dios".
(Jn 1, 29-34)

El Espíritu Santo nos permite reconocer la presencia de Jesucristo, el Salvador, que se ha hecho Siervo por amor y que viene a nuestro encuentro en cada persona y en cada acontecimiento.
El que quita los pecados del mundo...
Quien nos da una mirada nueva de las cosas y nos despierta a la justicia, solidaridad, al perdón, al compromiso, a la verdad, al amor...
Que quita "muchas tonterías" de nuestro vivir, dándose y dándonos todo lo que nos hace VIVIR.

Reconocer a Jesús como el que quita nuestros pecados, aquel a quien seguir, el que nos transforma de verdad, el que está lleno del Espíritu Santo, el que da sentido a nuestra vida... es un tesoro para ser mostrado, para ser anunciado.

El testigo es el que dice lo que ha visto u oído.
No pretende convencer ni imponer nada, sólo proponer su experiencia.
No enseña, sino que se enseña en lo que ha sido transformado. 

Ser testigo es llevar la verdad del testimonio hasta el final, hasta dar la vida.

«Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.» (Flip 2, 11)

Hoy la Iglesia conmemora el Santísimo Nombre de Jesús, una fiesta que siempre me ha parecido preciosa y especialmente tierna, propia de cristianos que se han hecho como niños por la gracia de Dios.
Como enseña la Escritura, no se nos ha dado otro nombre bajo el cielo que pueda salvarnos.

Tu nombre significa Amor,
Tu nombre nos transmite dulzura ,
Tu nombre nos da Paz
Tu nombre sana las heridas.
En tu nombre se hacen maravillas.
¡Bendito, Alabado y Glorificado sea por siempre TU NOMBRE, JESÚS!

Todo ser humano es una ventana, la espléndida, grandiosa ventana de una catedral.
Pero, ¿qué es una ventana así sin luz?
En Navidad la luz se ha encendido.
En Navidad ha nacido Aquel que ilumina mi vida, incluso cuando sólo encuentro tinieblas.
Quiero poner esta vida a su luz, y la ventana se inflamará de colores y muchos verán la luz.


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