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Vivir en la verdad del Evangelio.



“Descuidáis lo más grande de la ley: el derecho, la compasión 
y la sinceridad” 
(Mt 23,23) 

Tienen a Dios constantemente en los labios, hablan de Él a todas horas, pero no han aprendido a recorrer los caminos del corazón de Dios.
No saben nada de su ternura. 
Habla hoy de Dios con tu vida.
Aunque lo hagas pobremente, eso vale más que las palabras bonitas pero vacías de contenido. 

Pongo mis trozos de vasijas rotos, en tus manos de Alfarero. 
Hazme de nuevo.
  
El Evangelio de hoy es una llamada a vivir el DERECHO (la JUSTICIA), la COMPASIÓN, la SINCERIDAD y la INTERIORIDAD.

Jesús no es de los que vive de las apariencias.
Jesús mira siempre por dentro.
Jesús no mira el escaparate.
Jesús se fija en la verdad y sinceridad del corazón.
No es suficiente llevar bien pintada la fachada, cuando al otro lado todo está sucio.
No basta lavar las manos cuando se tiene sucio el corazón.
Permítanme que me dé por aludido como “escriba y fariseo”.
Porque esa tentación nos acecha a todos cada día.
“Mucho ruido y pocas nueves” dice el refrán.
“Mucha apariencia y poca verdad” tendremos que decir también nosotros.
Hoy se hacen muchas exposiciones.
¿Alguien se atrevería a hacer una exposición de corazones?
También de corazones de sacerdotes y de Obispos.
Primero: visto por fuera, como fotografías o cuadros pintados.
Luego: vistos por dentro.
Lo que somos y lo que parecemos.
Lo que deseamos y aspiramos.
Lo que amamos y lo que aparentamos amar.
Lo que pensamos de los demás.
Lo que llevamos de gracia, de santidad o de vulgaridad o incluso de pecado.
Jesús nos invita a mirarnos menos al espejo y mirarnos más al corazón.
Jesús nos invita no a la exterioridad sino a la interioridad.
Jesús nos invita a vivir en la verdad del Evangelio y no de sus apariencias.
No seamos fáciles en ponerle crema al Evangelio de hoy.
Tengamos la valentía de mirarnos por dentro y sincerarnos con nosotros mismos.
H

Señor, quiero cambiar mi vida.
Quiero fuerza interior para cambiar el mundo.
Ayúdame, Señor, a buscar mi rostro,
a descubrirme por dentro con sinceridad,
a aceptarme como en realidad soy.
Ayúdame a aguantar mis miedos, mis inseguridades,
a superar mis fracasos y salir de mis desilusiones.
Ayúdame a valorar mis capacidades y mis valores,
a tener fe en la fuerza que has puesto en mi corazón.
Ayúdame a saber comenzar cada día,
apoyado en Ti y en mis hermanos.

A pesar de mi debilidad y mis contradicciones,
quiero empeñarme, comprometerme en el mundo de los que sufren;
dejar de decir sólo palabras y mojarme en hechos
Quiero vivir en mi carne el dolor de las personas rotas;
sobrevivir con los que sobreviven apenas;
saber lo que es vivir con poco o con nada.

Aquí estoy, Señor Jesús, con las manos abiertas a la ayuda;
con el corazón cercano al que sufre;
queriendo ser no violento.
Aquí estoy, Señor, para aprender que sólo el amor cambia la vida;
para denunciar sin odios las injusticias;
para llevar esperanza a las personas pisoteadas.

Señor Jesús, sé que tu vida se complicó demasiado,
por seguir este camino de verdad, compasión y justicia;
que te acorralaron y te condenaron;
que te clavaron en un madero como un maldito;
que te mataron para que las cosas siguiesen igual.

Pero yo sé que tú diste la vida con amor;
que tu vida, tu estilo de vida, no podía quedar en el sepulcro;
que tu Padre, Señor de la Historia, te levantó, te puso en pie.
Yo sé que resucitaste. Y contigo resucitó tu obra.
Lo sé. Y creo en ti, Señor Resucitado,
y, con tu ayuda, seguiré tus pasos. Amén.




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