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El Amor sin medida




“Está cumplido” 
(Jn 19,30).  

Jesús se ha entregado por entero. 
Su última palabra es de triunfo. 
En la Cruz, Jesús transformó la mayor iniquidad en un acto supremo de amor.  

“Nuestra vida refleja este amor perfecto, cuando ofreciéndola por los demás, como Jesús nos enseñó, lo hacemos presente en medio de su pueblo” (Papa Francisco).   

Al acabar cada día, te diré confiadamente mi Dios, amén.   

Oración        
Jesús, me postro ante tu cruz.        
En ella veo a todos los crucificados de este mundo: 
los que sufren violencia, los que están empobrecidos, deshumanizados, los que padecen enfermedades incurables, soledad, abandono, marginación.        
Dame valentía y creatividad para trabajar por un mundo más humano.        
Abre mi vida a la ternura entrañable, a la solidaridad compasiva. 
Amén.  

Desfigurado, todos se asustan de verte.

Te has solidarizado, te has identificado
con tantos guiñapos humanos que el odio,
el egoísmo y la indiferencia
van sembrando por el mundo.

Condenado, ultrajado, abandonado,
no escondes el rostro
ni ocultas la verdad.
Eres rey, y haces de la cruz el trono
desde donde atraes a todos y gobiernas
el mundo con la ley nueva del amor.

Tu sacrificio es fecundo.
Desde ahora ya sabemos
por dónde pasa el camino que conduce a la vida.

Pasa muy cerca de las cruces
de tantas personas que hoy sufren,
como tú, el odio, el rechazo y la indiferencia.

Pasa por la cruz que me ha tocado a mí.

Sé que no tengo que dejarla
si quiero acercarme confiadamente a tu trono.

Sé que no puedo dar la espalda
a tus hermanos sufrientes,
si quiero que me mires.

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