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Nuestra vida no termina delante de la piedra de un Sepulcro.



Sábado Santo
El Sábado Santo es el día en el cual la Iglesia contempla el “reposo” de Cristo en la tumba después del victorioso combate en la Cruz. En el Sábado Santo, la Iglesia, una vez más, se identifica con María: toda su fe está recogida en ella, la primera y perfecta discípula, la primera y perfecta creyente. En la oscuridad que envuelve la creación, Ella se queda sola para tener encendida la llama de la fe, esperando contra toda esperanza (cfr. Rm 4,18) en la Resurrección de Jesús.
Y en la grande Vigilia Pascual, en la cual resuena nuevamente el Aleluya, celebramos a Cristo Resucitado, centro y fin del cosmos y de la historia; vigilamos plenos de esperanza en espera de su regreso, cuando la Pascua tendrá su plena manifestación.
A veces, la oscuridad de la noche parece que penetra en el alma; a veces pensamos: “ya no hay nada más que hacer”, y el corazón no encuentra más la fuerza de amar…Pero precisamente en aquella oscuridad Cristo enciende el fuego del amor de Dios: un resplandor rompe la oscuridad y anuncia un nuevo inicio, algo comienza en la oscuridad más profunda. Nosotros sabemos que la noche es más noche y tiene más oscuridad antes que comience la jornada. Pero, justamente, en aquella oscuridad está Cristo que vence y que enciende el fuego del amor. La piedra del dolor ha sido volcada dejando espacio a la esperanza. ¡He aquí el gran misterio de la Pascua! En esta santa noche la Iglesia nos entrega la luz del Resucitado, para que en nosotros no exista el lamento de quien dice “ya…”, sino la esperanza de quien se abre a un presente lleno de futuro: Cristo ha vencido la muerte y nosotros con Él.

Nuestra vida no termina delante de la piedra de un Sepulcro, nuestra vida va más allá, con la esperanza al Cristo que ha resucitado, precisamente, de aquel Sepulcro. Como cristianos estamos llamados a ser centinelas de la mañana que sepan advertir los signos del Resucitado, como han hecho las mujeres y los discípulos que fueron al sepulcro en el alba del primer día de la semana.
Queridos hermanos y hermanas, en estos días del Triduo Santo no nos limitemos a conmemorar la pasión del Señor sino que entremos en el misterio, hagamos nuestros sus sentimientos, sus actitudes, como nos invita a hacer el apóstol Pablo: “Tengan en ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Fil 2,5) Entonces la nuestra será una “buena Pascua”
- Papa Francisco,
Catequesis. Audiencia general, Plaza de San Pedro, 01 de abril de 2015

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