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El amor de Dios: siempre nos espera, siempre nos sorprende.



 El Papa Francisco hoy en Santa Marta:
 
Dios nos precede siempre en el amor.
El amor cristiano está hecho de obras concretas, no palabras.
Para conocer a Dios no basta el intelecto, es necesario el amor.

En estos días después de Navidad la palabra clave en la liturgia es “manifestación”.
Jesús se manifiesta: en la fiesta de la Epifanía, en el Bautismo y de nuevo en las Bodas de Caná.
Pero “¿cómo podemos conocer a Dios?”.
Es precisamente este el tema del que habla el apóstol Juan en la primera lectura, subrayando que para conocer a Dios nuestro “intelecto”, “la razón” es “insuficiente”.
Dios “se conoce totalmente en el encuentro con Él, y para el encuentro la razón no basta”.
Hace falta algo más.

“¡Dios es amor!
Y sólo por el camino del amor tú puedes conocer a Dios.
Amor razonable, acompañado de la razón.
¡Pero amor!
Pero ¿cómo puedo amar lo que no conozco?
Ama a los que tienes cerca.
Esta es la doctrina de los dos mandamientos:
El más importante es amar a Dios, porque Él es amor.
Pero el segundo es amar al prójimo, y para llegar al primero debemos subir los escalones del segundo: es decir, a través del amor al prójimo llegamos a conocer a Dios, que es amor.
Sólo amando razonablemente, pero amando, podemos llegar a este amor”.

Por esto debemos amarnos unos a otros, porque “el amor es de Dios” y “quien ama ha sido engendrado por Dios”.
 Y también para conocer a Dios hay que amar:


“El que ama conoce a Dios, el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.
Pero no amor de telenovela.
¡No, no!
 Amor sólido, fuerte; amor eterno, amor que se manifiesta – la palabra de estos días, manifestación – en su Hijo, que vino para salvarnos.
Amor concreto; amor de obras y no de palabras.
Para conocer a Dios hace falta toda una vida; un camino, un camino de amor, de conocimiento, de amor al prójimo, de amor a los que nos odian, de amor por todos”.

No hemos sido nosotros en dar el amor a Dios, sino que fue “Él quien nos amó y nos mandó a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados”.
 En la persona de Jesús  “podemos contemplar el amor de Dios” y siguiendo su ejemplo “llegamos – escalón a escalón – al amor de Dios, al conocimiento de Dios que es amor”.

Recordando al profeta Jeremías  el amor de Dios nos “precede”, nos ama antes incluso de que lo busquemos.
El amor de Dios es como “la flor del almendro”, que es “la primera que florece en primavera”.
El Señor “nos ama primero”, “siempre tendremos esta sorpresa”.

 “Cuando nos acercamos a Dios a través de las obras de caridad, la oración, la Comunión, la Palabra de Dios, encontramos que Él está allí antes, esperándonos, así nos ama”.

El Evangelio de hoy  narra la multiplicación de los panes y los peces por parte de Jesús.
El Señor “tuvo compasión” de la tanta gente que había ido a escucharlo, porque “eran ovejas sin pastor, desorientadas”.
Y también hoy mucha gente está “desorientada” en “nuestras ciudades, en nuestros países”.

Por esto, Jesús les enseña la doctrina y la gente le escucha.
 Cuando se hace tarde y les pide que les den de comer, los discípulos responden “un poco nerviosos”.
Una vez más Dios llegó “primero, los discípulos no habían entendido nada”.

“Así es el amor de Dios: siempre nos espera, siempre nos sorprende.
Es el Padre, es nuestro Padre que nos ama tanto, que siempre está dispuesto a perdonarnos.
¡Siempre!
No una vez, 70 veces 7.
¡Siempre!
Como un padre lleno de amor y para conocer a este Dios que es amor debemos subir por los escalones del amor al prójimo, por las obras de caridad, por las obras de misericordia, que el Señor nos ha enseñado.
 Que el Señor, en estos días en que la Iglesia nos hace pensar en la manifestación de Dios, nos dé la gracia de conocerle  por el camino del amor”.

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