Fiesta de la Santísima Trinidad
Un joven deseoso de conocer
la verdadera religión se acercó a un sabio para que lo aconsejara.
El sabio lo
envió a entrevistar a teólogos de varias religiones.
Un teólogo le explicó su
religión, haciéndole ver que en ella no todo se podía comprender, y que se
requería fe para aceptar misterios y verdades que nuestra inteligencia no podía
abarcar.
Al joven le atrajo esta religión, pero no le gustó que hubiera tantos
puntos misteriosos.
Otro teólogo le explicó su religión, que era muy fácil, sin
misterios y con creencias que se entendían claramente.
Al joven le gustó.
Volvió
al sabio y le dijo:
−Encontré la religión que
buscaba, donde uno comprende todo y no hay misterios ni dogmas de
fe.
El sabio le
respondió:
−Precisamente ésa es la
prueba de que la religión que te gustó no es la religión verdadera, sino que es
hecha por hombres a la medida de los hombres.
En cambio, una religión con
misterios y verdades que no entendemos con claridad, pero que son razonables,
viene de Dios.
Dios es tan diferente de nosotros, y nuestra inteligencia tan
limitada frente a él, que al comunicarnos sus verdades, éstas nos deslumbran y
quedan oscuras para nosotros.
La demasiada luz nos enceguece, por eso
necesitamos de la fe para recibir la luz.
(“Parábola de las dos
religiones”, de La música de Dios, Segundo Galilea, Ediciones Paulinas,
1990).
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