En lo pequeño

 


 
"La semilla germina y va creciendo". (Mc 4,26-34)

Qué alegría cuando ves cómo han crecido tus hijos o tus sueños y proyectos. Un proceso lento de trabajo y esfuerzo...

No debemos angustiarnos por miedo al fracaso buscando tener una respuesta inmediata o exigiendo frutos a corto plazo. Esto sería absolutizar nuestros méritos y sin verdadera fe en Dios

Por eso, confía en esa semilla que Dios ha depositado en tu corazón... Necesitará tiempo y trabajo... Pero merecerá la pena.


Jesús nos enseña la importancia de lo pequeño. Hay que ser fieles en lo poco. En lo cotidiano estamos haciendo crecer la dinámica del amor que es el Reino de Dios. Nadie conoce las buenas consecuencias de una sonrisa, de una palabra de aliento, de un compromiso cuidado y constante. Se siembra una semilla pequeña, pero queda ahí y crece.

El Reino de Dios es un don que necesita de nuestra implicación. La semilla crece sola, pero el hombre tiene que echarla en tierra. El grano de mostaza sembrado se hace el más alto de las hortalizas. Imágenes que invitan a entender que Dios cuenta contigo.

El Reino de Dios tiene dentro una fuerza secreta, unos comienzos pequeños y de apariencia modesta. Pero en esa semilla hay futuro porque está animada por el Espíritu Santo creador. El Reino excluye la ambición del triunfo personal y de esplendor social. El poder es la mayor tentación para el ser humano.

El Reino de Dios es sólo para los humildes, para los que se saben pequeños en muy buenas manos, para los que reconocen la grandeza de Dios y su infinita misericordia con nosotros. Y entonces, solamente entonces, daremos nuestros frutos sin pedir nada a cambio, pues damos gratis lo que hemos recibido gratis.


 

Preparemos el corazón para que crezca la semilla, la Palabra. Acojámosla con gozo. El ritmo lo pone ella, nosotros disponibilidad. Ella tiene la fuerza, dejémonos empujar por ella. Tiene su tiempo, gocemos de tenerla, que ella nos mueva y crezca en nosotros.

Acojamos hoy la llamada de Jesús a contemplar la gratuidad del don de Dios, a vivir con sencillez, renunciando a todo asomo de autosuficiencia, a mantenernos en la esperanza inconmovible, a contemplar las cosas pequeñas, los gestos diminutos, con mirada penetrante, que vea más allá de la superficie y capte que allí se está gestando el Reino de Dios en todo su esplendor.

Somos la tierra donde Dios siembra las semillas del Reino.
Somos la tierra donde Dios hace germinar las semillas del Reino.
Somos la tierra donde Dios hace crecer las semillas del Reino.
Somos la tierra donde Dios va haciendo tallo y espiga el Reino.
Somos la tierra donde Dios, 
algún día, celebra la siega del trigo de su Reino.
 
Gracias, Señor, por todo lo que cada día recibo de ti. 
Gracias por la vida, la fe, la esperanza. 
Gracias por la alegría y la fraternidad. 
Gracias por la Eucaristía.  
Gracias por María y José.

 


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