“Los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos” (Lc 9,1-6).
Jesús convoca a sus discípulos y les da poder y autoridad. Mensajeros y sanadores de males y sufrimientos. Jesús nos llama, nos reúne, nos da poder y nos envía a proclamar la buena noticia del Reino de Dios y a curar a los enfermos.
¿Nos sentimos llamados, reunidos, fortalecidos, enviados? Somos enviados con lo mínimo, porque lo esencial no está en lo que llevamos sino en la Palabra que portamos. Como los antiguos justos, caminamos ligeros, sin temor, pues el Reino se acerca. La misión es urgente: sanar, anunciar, sembrar paz. No se trata sólo de decir lo que llevamos en nuestro corazón, hay que actuar, estar con quién más lo necesita que no sólo es el pobre de dinero, sino el pobre de soledad, que necesita una palabra amable.
“Se pusieron en camino”. La primera actitud en aquellos que, con Jesús, quieren evangelizar, es la de ponerse en camino. Hay que salir del lugar de confort para comenzar la aventura de evangelizar y de ser evangelizado. Sin asumir esa vida itinerante será imposible avanzar tras las huellas de Jesús. La grandeza de Dios brilla en la pobreza de los enviados. No necesitamos muchas cosas: la mochila llena de fe y de confianza en quien nos envía, nos acompaña y nos espera al final del camino
dame el coraje y la fe necesarios
para ser verdadero discípulo,
para confiar solamente en el poder de Dios
para obrar frente al mal.
Señor, dame la confianza para caminar ligero, llevando solo tu Palabra
y tu amor en mi corazón.
Amén
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