"Venid a mí"

 


"Venid a mí todos los que estáis cansados 
y agobiados, y yo os aliviaré".
(Mt11,25-30).
 
«La devoción al Sagrado Corazón es el centro donde todo
converge, tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento, el eje en torno al cual todo gira en el
catolicismo, el Sol de la Iglesia, la fuente de nuestros
misterios, la prenda de nuestra reconciliación, la salvación
del mundo, el remedio de nuestros males, y el arsenal del cristianismo» 
(Chema Álvarez, MSC)

Nos pilla el final de curso justo con este cansancio y agobio que tanto reconocemos y expresamos. Y creemos que la solución está en cambiar de lugar, de actividad, de personas, y es cierto que necesitamos vacaciones. Pero lo más cierto es que el descanso no puede ser superficial. No cansa lo que hago, cansa vivir haciéndolo con nuestras fuerzas. El alivio que da Jesús es vivir siempre acompañado y querido.


Cuando todos hacen planes de vacaciones, qué bueno es escuchar y acoger estas palabras del Señor: "Venid a mí". Buscamos fuera de nosotros el alivio de nuestros agobios, pero nos equivocamos. La solución la tenemos dentro, está en el Señor que nos habita. Él es nuestro descanso.

Jesús agradece al Padre su criterio para revelarse, que se opone a nuestra manera de seleccionar. Descarta a los sabios y entendidos, que serían los adecuados, y escoge a los pequeños, a quienes no cuentan ni saben. Así es el corazón de Dios

Jesús deja ver en su oración, su relación íntima con su Padre y un llamado a todos los que necesitan de su ayuda, a los cansados y agobiados, para que experimenten el alivio y descanso de sus cargas. Él comprende todas tus angustias y sufrimientos y quiere acompañarte.

Contemplando a Jesús, pidámosle también la gracia de ser humildes y mansos de corazón.


«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados»
La vida nos lleva al cansancio y el cansancio a pensar que no podemos superar las adversidades, entonces la desesperanza nos inunda. Sólo un corazón que descansa en el Señor es capaz de afrontar la vida con esperanza.

Ingresemos al Corazón de Jesús, la puerta es la mansedumbre y la humildad. Ingresemos y dejémonos transformar por los latidos sagrados que nos hablan de Vida Plena.

Ven a mí
si te sientes
cansado y agobiado.
Entra en mi corazón.
Sanaré tus heridas.
Confía en mí.
 
Haz mi corazón semejante al tuyo,
que encuentre descanso en ti
y solo en ti descanse mi alma.


El Sagrado Corazón de Jesús
es un corazón abierto, donde es fácil acceder, donde no se rechaza, donde no hay que llamar para entrar. Es un corazón que ama, no puede ser de otra manera, el amor lo mueve, amor que se entrega sin medida, con generosidad y gratuidad. En este corazón es donde podemos descansar de nuestros agobios, miedos, dudas, fríos, ansiedades, soledades... Él nos aliviará.

¡Feliz fiesta del Sagrado Corazón de Jesús!

¿CÓMO SOY CAPAZ, SEÑOR?
¿De no amarte cuando Tú, tanto me amas?
¿Qué sientes, Corazón de Jesús,
cuando el amor no es amado;
cuando el amor no es correspondido:
cuando el amor es rechazado;
cuando tanto amor divino es ridiculizado?
 
Corazón de Jesús:
Lleno de aquello que en el mundo no se tropieza
Respuesta ante el interrogante que nunca el hombre se hace
Mano que, en el surco de cada jornada,
se hace necesaria e imprescindible.
¡Dínos, Señor! ¿Qué se siente?
Cuando ofreces y el hombre mira hacia otro lado
Cuando eres Rey, y nosotros nos apresuramos
a cabalgar y escapar en carrozas y cortejos reales
que no van ni llegan a ninguna parte
Cuando abres tu Corazón y, ante el tesoro que él encierra,
preferimos la ceniza o la polilla
a la que quedarán reducidos nuestros capitales
 
¡Respóndenos, Corazón de Cristo!
¿Qué sientes cuando tanto regalo jamás es abierto?
¿A dónde miras cuando el hombre a Ti no mira?
¿Cómo haces para amar, ante tanta indiferencia?
¿En qué piensas, cuando nuestros pensamientos
son tan superficiales e interesados?
Sí, mi Señor:
¡Cómo he sido capaz!
¡Cómo somos capaces!
De no decirte “gracias” por tantos bienes
De llenarme de el agua de un pequeño estanque,
cuando Tú eres la fuente de un agua viva e inagotable
De haberte ofrecido un amor superficial,
débil, inconstante, vacío, raquítico y frío.
 
Señor, ahora entiendo todo.
Sé que, ante Ti, jamás triunfará el odio ni la mentira
Se que, nuestras deslealtades y desamores,
Jamás serán más grandes que tu fidelidad y promesas
Se que, tu corazón, sólo sabe hacer eso: amar
Se que, en tu corazón, vibra, se mueve, habita,
brota, emerge, triunfa, se desborda y se regala
el amor de Dios que viene de Ti, lleva a Ti y al Padre.
Amén.
 
Javier Leoz 


 

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