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Tu mirada,Señor.

 


“Come con publicanos y pecadores”.  
Mc 2, 13-17

Dos reacciones ante esta afirmación:

A) Un alivio, un consuelo y una suerte.

B) Es un herético, confunde a las personas y se va a condenar.

Los criterios de selección de Jesús son escandalosos para la clase religiosa dirigente. Se rodea de publicanos y pecadores. Come con ellos. Hoy también hay “enfermos, publicanos y pecadores” que llamar, sentar a la mesa y sanar. ¿Los acogemos o los discriminamos?

¿Dónde me quiero situar yo hoy? ¿Entre los pecadores que, invitados por Jesús a abandonar la idolatría del dinero y a seguirlo, lo dejan entrar en su casa; o entre quienes, creyéndose justos, se escandalizan y rechazan la manera de ser y de amar del buen Dios?

No acabamos de entender y aceptar que Jesús se acerque preferentemente a los pobres, los excluidos, los pecadores, los mal vistos... Que su paciencia sea infinita y que confíe en el ser humano a pesar de nuestros dislates. Que: "No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores." El gran impedimento para sentarnos cada día con Jesús: sentirnos buenos y justos. Cuánto nos cuesta reconocernos frágiles, débiles, pecadores.

Dentro de cada persona hay dolores que nadie puede entender, hay lágrimas que nadie puede limpiar, hay sentimientos que nadie puede entender... Nadie puede juzgar lo que llevamos en el corazón…

Cuando miramos a los demás con las gafas de los prejuicios tendemos a pensar mal y a condenarlos. Y una vez condenados obramos en consecuencia. Y con nuestro comportamiento no contribuimos en absoluto a que crezcan, a que sea mejores, a que crean en sí mismos, a que se superen, a que lleguen a sacar todo su potencial, a que lleguen a convertirse en su mejor versión. Con nuestros prejuicios y con nuestros juicios más bien contribuimos a levantar muros que les resultan cada vez más difíciles de derribar. 

¿Cuándo aprenderemos nosotros a quitarnos las gafas de los prejuicios?, ¿cuándo dejaremos de condicionarnos tantísimo por el aspecto exterior de los demás?, ¿cuándo aprenderemos en nuestras relaciones a buscar el bien del otro antes que nuestro propio interés?, ¿cuándo entenderemos que la forma en la que miramos al otro condiciona enormemente lo que ese otro puede llegar a ser?

«Trata a un ser humano como es y seguirá siendo lo que es; pero trátalo como puede ser y se convertirá en lo que está llamado a ser» (Goethe)

El Señor se acerca a todos nosotros. Su mirada está centrada en nosotros, los pecadores, los que necesitamos alguien que nos acompañe para ser nosotros mismos y dejar atrás definitivamente la duda, el sinsentido, la mediocridad, el pecado… con Él


 

Señor: cuando pases a mi lado dime una palabra tuya.
Señor: cuando pases a mi lado hazme también una invitación.
Señor: que tu palabra sea tan eficaz en mí que pueda cambiar hoy mismo.

También yo quiero levantarme y seguirte.
Señor: gracias, porque cada día armas una comida de amistad, 
comunión y seguimiento en la Eucaristía.

No temas quedarte al descubierto a ojos de Jesús. Él no te juzga ni condena.No mira las apariencias sino lo profundo de corazón. Su mirada penetra en lo más íntimo del ser, rescata de la exclusión y devuelve la dignidad. Toca hasta el fondo del alma y la sana.


 

Señor, tú miraste con amor a Mateo y le llamaste.
Era un recaudador, un pecador, un indeseable...
pero su corazón buscaba una vida más auténtica
y te siguió con decisión, cuando pronunciaste su nombre.

Señor, también a mí me miras con amor y me llamas.
Reconozco que no lo merezco, que soy poca cosa,
Sé que sólo tú puedes darme la felicidad que deseo.
Por eso, quiero seguirte siempre y del todo.

Señor, ayúdame a mirar con amor al que se siente sólo,
al que no cuenta, al que cree que no sirve para nada.
Ayúdame a despertar el deseo de felicidad de cada persona
y a mostrarles que Tú eres la fuente de la Vida. Amén


 

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