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¿De cuál eres?

 


“Cayó en tierra buena y dio fruto”  
 (Mt 13,1-8)

"Salió el sembrador a sembrar". Nuestro Dios no deja ningún día de trabajar. El Padre trabaja y Cristo también. Hasta que cada uno de sus hijos e hijas se sientan en casa y celebren el "Don" de Dios. Sembrar es restaurar, es sanar, es curar heridas, es mostrar caminos, es quitar miedos. Es cambiar la soledad y la duda, por la compañía y la verdad. Dios siembra y nuestras tierras, nuestras vidas, acogen en la medida que confían.

El sembrador no es un calculador elitista que siembra solo en la tierra que es buena. El sembrador pone semillas con gratuidad en todos los terrenos. El sembrador siembra sin ver del tipo de tierra donde cae la semilla. En una los bordes de la vida se la comerán. Otra sin profundidad, interioridad, se seca. Otra se ahoga en las circunstancias. Y está la buena, la preparada para dar fruto. ¿De cuál eres?


El Evangelio no es un mensaje para unos pocos. Es una buena nueva para todos. Especialmente para los pobres. Todo es bueno, el sembrador maravilloso, la semilla única y llena de posibilidades, la tierra con todo por dar... ¿Qué nos falta? La disponibilidad para que la semilla se abra en nosotros para que demos fruto. Somos campo del que Jesús confía obtener buena cosecha

Jesús, a nosotros corresponde pedir la gracia de ser tierra buena que da fruto (que no éxito) que alimente a los demás y que comparta lo recibido. Porque hay que dar gratis lo que gratis hemos recibido.

 

 

 

 

 

 

Siembra,

lo importante es sembrar

-poco, mucho, todo -

el grano de la esperanza.

Siembra tu alegría,

para que resplandezca

a tu alrededor.

Siembra tu energía,

para enfrentar con fortaleza

las batallas de la vida.

Siembra tu coraje,

para alentar el coraje

de los otros.

Siembra tu entusiasmo,

tu fe o tu amor.

Siembra las cosas mínimas,

aquello que parece no contar.

Siembra y ten confianza:

cada grano enriquecerá

un rinconcito de la tierra.

 


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