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Testigo de tu verdad

 

"Sus discípulos recogieron el cadáver, 
lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús". 
(Mt 14,1-12).

Nuestra oración en ocasiones es contarle a Jesús malas noticias. Orar nunca nos evade de lo doloroso y lo triste. Jesús nos pide: "dame tu corazón". Tal y como esté. A veces agradecido y alegre. A veces herido y desolado. En ambos casos encontramos acogida, compañía, sentido, consuelo. Juan el Bautista con su martirio fue mostrándole a Jesús los pasos de cómo sería su final. Fue precursor en el anuncio. Y fue precursor en entregar la vida hasta el extremo.


"Mandó decapitar a Juan"
La incoherencia de Herodes le lleva a matar a Juan.  Lo admiraba, pero no lo respetaba. Lo cuestionaba pero no reaccionaba. Se dejó llevar por un juramento y los invitados para matarlo. Los motivos externos, el quedar bien, pudieron más que la propuesta de conversión. Herodes solo piensa en él, sabe que lo hace mal, tiene miedo por ello. Se siente un 'pequeño dios' y decide matar a Juan. El ejercicio del poder no debe depender de la voluntad del gobernante sino del bien común y del servicio a los que delegaron en él la autoridad. "No he venido para ser servido sino para servir'. El Evangelio, Jesús de Nazaret, propone otro poder, otra manera de ejercerlo, no como Herodes.


Juan, el profeta, es valiente para la denuncia. No ha dejado que en sus labios se asome la adulación y la mentira. Jesús recoge el testigo de todos los mártires de la historia.  Seguro que no te es fácil, pero intenta decir la verdad. Creer en Jesús es dar testimonio de Él.

 
 
Hablo con mis hermanos lenguajes tibios.
Escondo tu verdad, tu profecía.
Sana mi cobardía, Señor, fortalece mi débil corazón,
de manera que sea un verdadero testigo de tu verdad.

 

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