Frutos

 


«Se os quitará el reino de Dios 
y se dará a un pueblo 
que produzca sus frutos»  
(Mt21,33-43.45-46).

El reino De Dios es un don, un regalo que se nos hace, con la libertad de acogerlo o rechazarlo. No es una propiedad o adquisición. No se impone. Se propone. Acogerlo con gratitud es apostar por vivir la plenitud que nos ofrece y el bien común.

Un regalo la vida, un regalo ‘la viña’. Un regalo su presencia, un regalo sus mensajeros. Un regalo su fidelidad, un regalo su amor, un regalo la libertad. Un regalo el encuentro y la misión. Respondamos con la alegría de ser por, con y en Él.

La viña es suya. La hizo para nosotros. La hizo maravillosa. Descubramos que sólo somos arrendatarios. No nos creamos ni 'señoritos' de la viña, ni 'diosecillos' de la tarea. Llamados a cuidar, a agradecer, a devolver con generosidad lo recibido. Por parte del dueño de la viña no existe control sino libertad, no existe exigencia sino petición de respuesta por nuestra parte.

Dios nos ama tanto que nos envía a su Hijo para salvarnos del pecado. Aun sabiendo que lo van a matar. ¿Eres consciente de la gran entrega que eso supone?

"La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular." Lo que se desprecia, se deshecha, se tira por inservible, en manos del artista se recicla y se convierte en valioso. Así Jesús explica la acción de Dios con lo humano. El barro es barro. Pero el barro en manos del alfarero se vuelve viviente. Jesús experimento el rechazo, la burla, el desprecio, el insulto. Pero no dudaba del valor de su vida, ni de la presencia amorosa de su Padre. Que nunca nada ni nadie nos separe del vivirnos como hijos e hijas de Dios.


«Se os quitará el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos»
¿De qué manera estoy respondiendo a la responsabilidad que Dios me ha dado? ¿Qué frutos estoy dando en mi vida? ¿Estoy siendo un administrador fiel de los dones que Dios me ha dado? ¿Cómo puedo colaborar para que el Reino de Dios se manifieste en el mundo?

La falta de frutos pone en evidencia la necesidad que tenemos de conversión. Volver nuestros pasos a aquel que tantas veces hemos desechado y que, sin embargo, es la piedra angular en nuestras vidas. Es tiempo de dar los frutos que requiere la conversión, frutos de misericordia.

Que nadie piense que por estar bautizado tiene asegurado el Reino, la vida debe es esfuerzo, oración y el encuentro con aquel que está lejos y necesita que se le muestre la misericordia de Dios.


El camino cuaresmal nos invita a no quedarnos en las fronteras de nuestra comodidad, sino a dar la vida con generosidad por Cristo y el Evangelio.

 
 
¡Dios y Señor de todos,
que aguardas con inagotable paciencia!
¡Padre eterno,
que has enviado a tu mismo Hijo,
para darnos tu perdón!
Señor Jesús,
que vienes como enviado del Padre,
para reconciliarnos con El.
Que no se cierre mi corazón
a tu palabra y a tu misericordia.
No permitas que yo me obstine en mi soberbia
como aquellos arrendatarios homicidas.
 No te canses, Señor,
de llamarme cuando yo me aleje.
Envíame tus emisarios
que no me dejen descansar en mi falsa tranquilidad.
Preséntate, Señor Jesús,
ante todo corazón
cerrado y llama en él sin cansancio
hasta que las puertas se te abran.
Amén.

 



 

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