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El camino

 


"Tú piensas como los hombres, no como Dios"
 
 (Mt 16,21-27). 

Cuando pensamos como Dios somos capaces de perderlo todo, incluso la vida, por amor. ¿Nos atrevemos?

En un mundo de maestros, el Señor busca discípulos. Solemos pensar que nuestros planes son mejores que los que tiene Dios. Nos cuesta

"ponernos detrás", ser discípulos, seguir los pasos de quien va por delante anunciando que la resurrección pasa primero por la pasión y muerte. 

Jesús nos dice: ¿Quieres ser mi discípulo? Niégate a ti mismo. Pon a Dios en el centro de tu vida. Toma tu cruz. No tengas miedo de amar hasta el final, hasta la muerte. Sígueme. Comparte la opción de Jesús, hacer realidad el Reino de Dios. 

El camino de cruz, es sabiduría y fuerza de Dios. Con la mirada fija en Jesús, nos convencemos de esta verdad. Negarnos a nosotros mismos, dar la vida por Él... para encontrarnos y encontrarle. 

Cargar con la cruz. No se trata de renunciar a lo que somos, ni sacrificar la propia vida, sino de alcanzar la lucidez de lo que significa Dios en nosotros. 

Cargar con su cruz es sinónimo de libertad y vida eterna. La cruz redime y da paz.

Cuando pierdes tu vida, cuando la ofreces generosamente, cuando la arriesgas comprometiéndola en el amor, cuando haces de ella un don gratuito para los demás, entonces vuelve a ti abundantemente, derrama una alegría que no pasa, una paz, una alegría que te sostiene.

 
 
Tú sabes, Señor, que, aunque el deseo 
y empeño por seguirte es grande en nosotros, 
no siempre lo hacemos convenientemente. 
Que no nos falte tu luz para guiar nuestros pasos.  
Que no nos falte tu fuerza para enfrentar las dificultades.  
Que no nos falte la certeza de que tú caminas con nosotros 
y que estás siempre tendiéndonos 
la mano para asegurar nuestros pasos.  
Ayúdanos a llevar nuestra cruz tras de ti, 
para que aprendamos a buscar el amor, 
la verdad y la belleza, como tú, Jesús, nuestro Señor.
 

 

 

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