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Un signo

 

"Jesús dio un profundo suspiro y dijo:  «¿Por qué esta generación reclama un signo?"  (Mc 8, 11-13)

Los fariseos acuden a Jesús, para ponerlo a prueba, pidiéndole un signo del cielo. Jesús suspira entre indignado y agotado, como si pensara para sus adentros, “ni entienden ni quieren entender”.

Los milagros son vías y canales que nos conducen al encuentro verdadero con Dios. Quien no cree, no puede interpretar las obras ni las palabras del Mesías.

Jesús los deja con la palabra en la boca y se va entristecido.

Los fariseos buscan discutir con Jesús para ponerlo a prueba. Se acercan desde una verdad fundada en normas. Piden pruebas porque los hechos no les convencen. Jesús los deja y se va a la otra orilla. Sin actitud de diálogo y apertura, se termina perdiendo el tiempo

Son los entendidos y sabiondos quienes, en vez de fiarse de su palabra, intentan ponerlo a prueba pidiendo un signo del cielo. Los que niegan la religión terminan cayendo en la superstición. La fe nace de la escucha de la Palabra de Dios, no de fenómenos extraños que sorprenden.

«¿Por qué esta generación reclama un signo?» Porque no sabemos vivir sin que se nos demuestren las cosas. Si no tocamos con nuestras manos no nos creemos la salvación. La cual se hará realidad si reconocemos a Dios entre todos nosotros y la vida la aceptamos como regalo suyo.

En muchos momentos tentamos a Dios y llevamos nuestra relación al límite. No necesitamos ni milagros, ni signos, ni intervenciones divinas que nos fuercen a creer en él. El camino de la fe respeta mucho la libre decisión de cada persona de abrir o no la puerta a Cristo. Siempre es si queremos. Los signos obligan a creer. El amor no obliga, invita.


La mayor prueba y la que nos da total seguridad es su amor.

Tú eres signo de esperanza. Tú eres signo de paz. Tú eres signo de luz. Tú eres seguidor de Jesucristo. Tus hermanos esperan de ti.

No queremos más signo que el de María: El Señor ha mirado la humillación de su esclava.

 

 

 

Tú eres el Hijo de Dios que te hiciste hermano y amigo nuestro.

Gracias, Jesús porque me quieres.

Tú viniste a enseñarnos el camino del cielo

Tú viniste a salvarnos del pecado y de la muerte.

Tú viniste a decirnos que Dios es un Padre que nos ama.

Tú viniste a enseñarnos a construir un mundo mas digno del hombre.

Tú viniste a animarnos y a darnos fuerza para ser mejores.’

Tú viniste a consolarnos en nuestras tristezas y a traer alegría a nuestra vida.

Tú viniste a enseñarnos como amarnos y perdonarnos unos a otros.

Padre Dios, Tú nos amaste tanto que nos enviaste a Jesús, tu propio

Hijo, para salvarnos; ayúdanos a escuchar y cumplir siempre lo que Él nos dice.

Te lo pedimos por el mismo Cristo Jesús.

Amén.


 

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