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"Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer"
 
(Mc 8,1-10)     

La gente no tiene que comer. Jesús siente compasión por los hambrientos, por quienes vienen de lejos, por quienes están perdidos. Quiere darles de comer, pero no desde el poder de la autosuficiencia, sino desde el compartir fraterno. Con siete panes comieron.

"Siento compasión de la gente" Tener compasión significa empatizar con alguien que sufre y sentirse obligado a reducir el sufrimiento. La misericordia es el fruto de la compasión.

Jesús se compadece de la gente. Se preocupa de su espíritu pero también de cosas más materiales y mundanas tales como si han comido o has descansado lo suficiente. El Señor da soluciones que ayuden a descubrir el horizonte amplio de los hijos de Dios: multiplica lo compartido.


Jesús siempre se compadece ante las necesidades de la gente, no se queda solo en la compasión, actúa, obra en favor de ellos. También nosotros somos invitados a multiplicar las obras en favor de quien lo necesite

Jesús es el amor de Dios que rescata y salva el mundo. Él, nos involucra en su misión. Él, “cuenta con contigo”, con tu ilusión, ayuda, amor y compasión. Nosotros, “con su Gracia”, para vivir y compartir su amor misericordioso.

"¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?". La distancia entre las necesidades que vive la gente y nuestra capacidad de darles respuesta son muy grandes. Nos vienen sentimientos de impotencia y de precariedad. Pero al activar la compasión descubrimos que los milagros los hace Dios, no nosotros. Si ponemos lo que somos y tenemos, Dios multiplica nuestras capacidades. Da el ciento por uno, y activa nuestra generosidad y la de muchos. Pongamos todo y Dios hará el resto.

Comencemos valorando lo que somos y tenemos. Pensar menos en nosotros como 'salvadores' y confiar más en la acción y la iniciativa de Dios. En manos de Dios lo que somos y tenemos se multiplica para poder ayudar más y mejor a los demás. Dejemos que sea Él quien bendiga y multiplique nuestros dones y nuestro esfuerzo por dar y transformar la necesidad del hermano.

 

 
 
Hay un mundo que vive en la esperanza de un mañana más justo, más fraterno.
Hay un mundo que sufre los dolores de un nuevo amanecer.
Hay semillas de vida traspasando la tierra de la muerte.
Tú me enseñas a verlo, a descubrirlo, Jesús, me das la fe.
Hay un hombre que vive la miseria, sin poder, sin saber, sólo muriendo.
Hay un hombre que, pese a todo, espera justicia y libertad.
Hay dos mundos, tres mundos, divididos por el poder e indiferencia.
Tú me llamas, Jesús, al compromiso, a la solidaridad.
Yo sé que no puedo encontrarte a ti, Jesús, sin tu Reino.
Yo sé que no llega el Reino, si en el centro no estás tú.
Bendito el que marcha en tu nombre, 
bendito el que en el hermano ve tu rostro, 
se detiene y comparte hoy su cruz.

E. Fernández


 

 

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