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El regalo mejor

 


"Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito." (Jn 16, 5-11).

Nuestro amor es muy posesivo. Nos aferramos a las personas que queremos y nos da pánico los cambios y los finales. Pero todo fin de algo es el inicio de un nuevo comienzo. Jesús anuncia que vuelve al que lo envió. Su marcha no debe producir tristeza. Es la ocasión para que el Espíritu venga.

Eso nos enseña Jesús. Conviene que yo me vaya para que descubráis que os habita el Espíritu. Confiar cuando todo parece desmoronarse es vivir la fe que no tiene imposibles.

Cuando Jesús se va y parece que ya no puede darles nada, les da el regalo mejor: el Espíritu Defensor. El Espíritu, que les va a acompañar en el camino de la alegría, de la experiencia de Dios en lo más profundo de sí mismos. Él va a transformar su miedo en valiente testimonio.

No estamos solos, tenemos en nosotros, en cada uno, en la realidad de nuestra vida, el don, la presencia, la fuerza del Espíritu que nos ha sido dado para ser testigos de Jesús

Aquello que la mente humana no lograría comprender, nos revela el Espíritu Santo, transformándonos por el conocimiento de los maravillosos misterios de nuestra salvación.

El regalo del Espíritu Santo significa que no tenemos que depender de nuestros propios recursos para alcanzar a Dios.

Orar es acoger el don del Espíritu y aprender a caminar con su luz y verdad.


Que la Virgen María, os bendiga, os guarde y os haga anhelar el Espíritu Santo.

María Auxiliadora, nos conoces, caminas con nosotros y en silencio cuidas nuestros pasos, guiándonos por camino seguro hacia el Cielo.

Madre, auxílianos en el dolor y la tristeza. Que a nadie le falte tu amor y tu consuelo. Ruega por nosotros y por todos los que sufren. Gracias, Madre buena...

 

CADA MAÑANA

Cada mañana

me sumergiré en Ti,

agua de la vida,

antes de ser vaso,

nutriente en el surco,

juego en la fuente,

sosiego en el lago.

Cada mañana

me afinaré en Ti,

Palabra del Padre,

antes de ser susurro al oído,

discurso en el aula,

anuncio en el viento,

silencio en la escucha.

Cada mañana

me orientaré en Ti,

camino del Reino,

antes de ser paso en la calle,

ruta en la frontera,

pausa en la espera,

salto en el aire.

Cada mañana

me reposaré en Ti

sabiduría encarnada,

antes de ser vigilia en el sueño,

flecha en el arco,

sutura en la herida,

cansancio en tu mano.

Cada mañana

me miraré en Ti,

imagen del Padre,

antes de ser alegría en el rostro,

fuerza en los brazos,

caricia en los ojos,

luz en el barro.

(Benjamín G. Buelta, sj)


 

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