Una mujer
Jesús buscar pasar desapercibido, pero una mujer pagana da con él. Una madre, afligida y necesitada, con una hija enferma sale a buscar a Jesús. Se echa a sus pies y pide persistentemente la curación de su hija.
Jesús priorizaba la necesidad de los demás a su propio descanso. El sufrimiento de esa madre hace que Jesús cambie su día, su camino, su atención.
La fe de la mujer griega es ejemplar, una fe que no se rinde, que sabe escuchar y sabe lo que quiere, que confía plenamente, que acepta lo que el Señor dice pero no se conforma, se siente libre y fuerte para seguir buscando, proponiendo y siendo.
La fe de la mujer es la que hace que Jesús acceda a su petición. La fe porfiada de esta mujer pagana impulsa a Jesús a derramar su ternura sobre los pequeños, los que sufren, los que están en las orillas de la vida. La oración perseverante, humilde y confiada es siempre escuchada. Ojalá nosotros también tengamos los ojos abiertos a las necesidades de los demás.
La compasión es un puente que nos une. No hay fronteras para el sufrimiento, como no las hay para el amor. Nos encontramos en la humildad, en el barro común que nos sustenta. Y el corazón de Dios a todos abraza por igual, a todos acoge con entrañas de misericordia.
El sello que debe permanecer indeleble en tu corazón, para que todo funcione bien: humildad. Así, el Espíritu obrará maravillas de gracia. Ponle base firme a tu vida!
Tal como eres, Dios te conoce profundamente. Así, eleva plegarias sinceras y encontrarás pronta respuesta.
Todo es posible para quien cree. Esa es la fuerza de la oración. Necesitamos la ayuda de Dios para alcanzar nuestro fin.
Seamos agradecidos con el Señor y anunciemos su salvación a todos, sin apropiarnos de sus dones, para que otros muchos conozcan su misericordia, lo invoquen con fe y lo sigan con alegría.
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