De las tinieblas a la luz

 


“El pueblo que andaba en tinieblas ha visto una gran luz” (Mt 4,12-17.23-25)

 

Ayer, eran los Magos quienes buscaban a Jesús.
Hoy es Jesús quien busca a los hombres.
Los Magos vienen del Oriente pagano.
Jesús comienza también por las afueras paganas.
Comienza lejos del Templo, su Galilea, concretamente en Carfanaúm “tierra y sombras de muerte”.
Tenemos la idea de que somos los hombres quienes buscamos a Dios.
Sin embargo, antes es Dios quien busca primero a los hombres.
Dios no es de los que nos espera sentado.
Los Magos se ponen en camino buscando a Jesús.
Ahora es Jesús el que primero se pone en camino para revelarse y anunciarnos la Buena Noticia, precisamente “a los que habitaban en tierra y sombra de muerte, les brilló una gran luz”.

Jesús empieza a recorrer Galilea. Enseña en las sinagogas, predica el evangelio y cura enfermedades. Esto va a hacer que su fama se extienda, sobre todo por las curaciones. El ser humano es débil y vulnerable, aunque tantas veces se engañe en su autosuficiencia

"A los que habitaban en sombra de muerte, una luz les brilló".

A veces vivimos entre tantos destellos, que no nos damos cuenta de la oscuridad. Busca la luz que no se apaga, que te guía e ilumina. Sé un hombre/mujer de luz... Enciende la noche de los que aún viven a oscuras.

La luz de Jesús ilumina todo lo que vivimos. Nos toca a nosotros extender esa misma luz. Compartirla en cada gesto, en cada palabra, en cada mirada, en cada pensamiento. Toda nuestra vida se vuelve traducción del amor de Dios.

No sabemos porque pero en medio de las dudas y las sombras algo, normalmente alguien, nos ayuda a ver de nuevo, a vivir con fuerza, a levantar la cabeza, a mirar con sentido, a seguir ilusionados, a sentir la esperanza... Son luces que nos hacen ser de nuevo

 


¡Ay, si yo pudiera!

¡Ay, si yo pudiera
girar la bola del mundo
hacia el ‘cerca’ del Reino de Dios!
Abrir la esperanza del pobre
como se abre una conversación.
Encender sueños imposibles
con el primer destello de sol.
Cerrar para siempre las casas
en las que viva una persona sola.
Decir a nuestros parados
que se pongan en circulación.
Escribir en las residencias
¡Aquí no se aparcan mayores!
Gritar en todos los templos
que Dios nos espera fuera.
Dibujar en la cara del triste
una sonrisa imborrable.
Descontaminar nuestro planeta
de tanta noticia falsa.
Verter por el sumidero
todas las heces del odio.
Poner a tanto ensimismado
a dormir con un dolor ajeno.
Decir a las buenas personas
que al morir dejen herederos.

(Seve Lázaro, sj)


 

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