Palabras de vida eterna

 


“A quién vamos a acudir” 

Jn 6, 52-59


El hablar duro escandaliza, descubre nuestra vulnerabilidad. Acaba con los ideales y lo bonito del seguimiento, sin rebajas. Quien ha experimentado las palabras de vida eterna, no huye, porque la fe lo sostiene aún en los momentos más difíciles.

Mientras muchos se resisten a creer en Jesús, Pedro, como portavoz de los Doce, afirma su adhesión incondicional al Señor. Ojalá que nuestra respuesta sea como la de Pedro: "¿a quién vamos acudir? Tú tienes palabras de vida eterna".

Entre tantas palabras pronunciadas y escuchadas por todas partes, de tantas maneras y desde tantos medios, puede que se nos olvide escuchar con frecuencia y diariamente la palabra de Jesús. Y solo Él tiene PALABRAS DE VIDA ETERNA.



¡Oh Señor!, yo creo y profeso que Tú eres el Cristo Verdadero, el Hijo de Dios vivo que vino a este mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Acéptame como participante de tu Cena Mística, ¡oh Hijo de Dios!

No revelaré tu Misterio a tus enemigos, ni te daré un beso como lo hizo Judas, sino que como el buen ladrón te reconozco.

Recuérdame, ¡Oh Señor!, cuando llegues a tu Reino. Recuérdame, ¡oh Maestro!, cuando llegues a tu Reino. Recuérdame, ¡oh Santo!, cuando llegues a tu Reino.

Que mi participación en tus Santos Misterios, ¡oh Señor! no sea para mi juicio o condenación, sino para sanar mi alma y mi cuerpo.

¡Oh Señor!, yo también creo y profeso que lo que estoy a punto de recibir es verdaderamente tu Preciosísimo Cuerpo y tu Sangre Vivificante, los cuales ruego me hagas digno de recibir, para la remisión de todos mis pecados y la vida eterna. Amén.

¡Oh Dios!, se misericordioso conmigo, pecador.
¡Oh Dios!, límpiame de mis pecados y ten misericordia de mí.
¡Oh Dios!, perdóname, porque he pecado incontables veces.
 


 

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