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Señor, tengo sed, dame de beber.



«Si conocieras el don de Dios
y quién es el que te dice “dame de beber”,
le pedirías tú, y él te daría agua viva»
(Jn 4, 5-42)

«Dios es como la fuente de la cual cada uno coge como lleva el vaso». (San Juan de la Cruz)

El hombre siempre está sediento: de conocimiento, de poder, de amor. Sólo hay un agua que puede saciarnos
La Palabra de Dios, particularmente rica en esta Cuaresma, nos invita hoy a hacer nuestra la experiencia de la mujer samaritana, que encuentra en Jesucristo el agua capaz de satisfacer nuestra sed más profunda de vida, felicidad y amor.
Tú vienes a buscarnos en los pozos de nuestra vida donde buscamos y buscamos cansados de no saciar la sed de felicidad, te sientas a nuestro lado, nos miras, te ofreces, susurras nuestra historia y se nos llena de luz la vida
Dios tiene sed. Por eso, como a la samaritana nos dice: dame de beber, tengo sed de ti.
Dentro de nosotros –por el sacramento del Bautismo– hay un manantial de agua viva: el Espíritu del Señor, que nos llama a la conversión, nos consuela, nos defiende y nos va transformando en adoradores del Padre 'en espíritu y verdad'.
El encuentro con Jesús, transforma la vida. Nos ofrece un. Agua que sacia, y nos convierte en surtidores de eternidad. El Siempre que ha irrumpido en la historia, no se puede atrapar en un templo. Adorar en Espíritu y verdad. Orar y adorar en casa.
Dios es como la Fuente. Dispongamos el vaso, que Él lo llenará hasta rebosarlo.
Señor, tengo sed, dame de beber.
Jesús:
En esta cuaresma queremos ponernos en marcha, en camino, amándote y siguiéndote más fielmente.
Aquí estoy, junto a ti con mi cántaro vacío. He venido a pedirte agua, la tuya que es viva.
Tengo sed de tí, Jesús. Dame agua de la tuya y que se convierta dentro de mí en un manantial que salta dando una vida sin término.
Dame de esta agua, Señor, no quiero ir a otros pozos, no quiero aguas estancadas. Quiero tu agua viva.
Jesús, llena mi pobre cántaro. Quiero dejar aquí mi barro, mi pobreza, mi pecado, mi nada.
Quiero sentir la necesidad de acudir cada día a tu fuente a beber para continuar la marcha. Dame el agua viva, esa agua que sacia y dura siempre.
Y que la fe, que la vida de la gracia recibida en el bautismo, corra por mis venas como manantial de vida inagotable.
Así, a través de mi testimonio, otros muchos puedan creer en ti, Jesús, como su Salvador.

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