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¿Qué ves?




“El ciego estaba curado y veía todo con claridad”
(Mc 8, 22-26)


Ven a Jesús. Ponte delante de Él. Mírate. Como si te miraras al espejo.
¿Ves algo? ¿Qué ves?

“Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad...” toca mis ojos, pon en ellos tus manos y dame tu luz... hazme ver con claridad, Señor, sé Tú mi luz, enciende mi noche...

Para ver no se necesita sólo los ojos, sino la profundidad de la fe, que nos lleva más allá de lo que vemos, para abrirnos la vista a una mirada, lo experimentable a una experiencia, lo buscado a un encuentro.

Jesús nos pregunta si vemos con los ojos de la fe, es decir: que si en todo lo que hacemos está detrás la mano de Dios. Esta es la visión que Él quiere que tengamos en todas nuestras actividades, no quedarnos solamente con el ver cosas borrosas, procurar que los ojos estén limpios.
Cuántas veces en la vida no vemos. Nuestras cegueras nos paralizan, nos amedrentan, nos desvían del camino. A veces no vemos porque no miramos bien, porque andamos ensimismados y somos incapaces de abrir el objetivo.

A veces nos falta luz.
"La Palabra era la luz de los hombres"

Cambiemos la mirada catastrofista de la realidad. Nos falta 'más Jesús' para cambiar la visión y comencemos a ver colores y personas, futuro y esperanza y su compañía en miles de detalles de las personas que nos quieren.

En la vida espiritual, es necesario que Jesucristo nos saque de la aldea (mentalidad relativista y mundana) y nos conduzca a un lugar aparte (su Iglesia), donde nos va devolviendo poco a poco la vista (discernimiento), por medio de la Palabra y los Sacramentos.

Señor: yo creo, para sé que mi fe es pobre. Todavía los hombres me parecen raros.
Señor: yo creo, pero tú puedes ir clarificándola cada día.
Señor: yo creo, pero haz que mi fe sea más que mis posibles dudas.
Señor: pon la saliva de tu lengua en mis ojos y que pueda ver como tú ves.


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