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Nace de lo alto



Nos visitará el Sol que nace de lo alto
(Lc 1, 67-79)


'El Sol que nace...' que es universal, para todos, sin distinción.
Es una promesa y es nuestra esperanza.
 Una luz que brille para siempre, un calor que rompa nuestros hielos, una estrella que guíe nuestra vida.

Ojalá seamos hoy y siempre ese niño, “profeta del Altísimo”, que prepare caminos al amor y a la misericordia, a la paz y a la justicia, a la verdad y a la alegría... 
 A la salvación y a la vida que viene de lo alto.

Hoy es un día para mantenernos en oración.
Los que estamos ligados a Jesús y mantenemos el anhelo de una unión más profunda con Él y los hermanos, abramos nuestro corazón durante el día y celebremos la Misa en la noche.
Es la verdadera Cena, en familia, de la Navidad.
Esta noche, la Luz ilumina la pobreza y belleza de la vida. 

Esta noche vamos a contemplar un cuerpecito envuelto en pañales y buscando calor. Ofrezcamos un corazón caliente, amoroso, que le proteja del frío de la noche. 
Hoy, y siempre, Jesús será el centro de la fiesta.
Dios se ha hecho niño por su entrañable Misericordia.
Viene a iluminar a los que andan en las tinieblas del egoísmo, la avaricia, el poder...y nos muestra su nacimiento en tantos lugares de oscuridad y de pasión.
¡Feliz Nochebuena!


Señor:
Siglos de espera, pero mereció la pena.
Siglos de espera, pero ya estás entre nosotros.
Siglos de anuncio, pero donde la “palabra se hace carne”.
Hoy nos reuniremos todos.
Porque tu nacimiento es el acontecimiento de Dios.
Porque donde un pesebre se hará cuna de Dios.
Porque donde habrá silencio en la tierra.
Pero habrá canto en los cielos.
Porque los pobres hemos sido recuperados por Dios.
Porque los pobres nos hemos convertido en anuncio de Dios.
Porque los pobres nos hemos hecho voz de Dios en la tierra.
Bienvenido, Señor.
Eres niño en la pobreza.
Pero eres el comienzo de la salvación.
Esta noche veremos las primeras lágrimas de Dios en la tierra.
Esta noche escucharemos los primeros gemidos de Dios en la tierra.
Esta noche contemplaremos la primera sonrisa humana de Dios.
Te esperamos, Señor.
Y desde ya nuestra mejor bienvenida.
Serás un niño, pero será Dios con nosotros.
Abre nuestros ojos para que podamos reconocerte.
¡Bienvenido, Dios encarnado!


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